El problema del patrimonio cultural desde la perspectiva del Nuevo humanismo

David Sámano.-

La Línea humanista de la ENAH está constituida por un grupo de estudiantes, egresados, maestros y trabajadores de la misma, que se han agrupado a partir de 1995, en torno a su interés por una corriente de pensamiento conocida como Nuevo Humanismo o Humanismo Universalista. Esta, adquiere su definición en virtud de que orienta su actividad  inspirada en lo que se ha denominado actitud humanista,  caracterizada por:

  1. Ubicación del ser humano como valor y preocupación central.
  2. Afirmación de la igualdad de todos los seres humanos.
  3. Respeto de la diversidad personal y cultural.
  4. Desarrollo del conocimiento, por encima de lo aceptado como verdad absoluta.
  5. Afirmación de la libertad de ideas y creencias.
  6. Repudio a la violencia y a la discriminación.

Desde sus inicios (en los años sesenta) esta corriente de pensamiento agrupó numerosos equipos de trabajo en varios países,  dedicados a elaborar  ideas, interpretaciones y/o análisis de la problemática contemporánea del ser humano desde el punto de vista de la   transformación simultánea del individuo y su medio.

Aprovechando la oportunidad que se nos ha dado  para expresar nuestro punto de vista,  sobre la nueva Propuesta de Ley sobre el Patrimonio Cultural, queremos enfatizar, en primer lugar, dos cosas.

La primera, dirigida a resaltar la importancia de todo tema relacionado  con  la conservación del patrimonio cultural. La historia de la humanidad, registra varios desastres al respecto, casos de pérdidas irreparables, basta con recordar el incendio de La biblioteca de Alejandría o la destrucción de expresiones culturales en América por parte de misioneros y conquistadores  españoles.  Quienes simpatizamos con el humanismo,  debemos agradecer el hecho de que los árabes se hayan preocupado de  conservar, y en cierta forma custodiar, las obras de una civilización como la griega. Si de esa sola  pizca de la cultura humanística –  científica,  de la humanidad antigua, una nueva generación de europeos italianos del siglo XIV,  hizo   brotar el Renacimiento –  base de la civilización moderna – ,   cuanto más se hubiera enriquecido el patrimonio cultural mundial de la humanidad actual,  si se hubieran conservado los aportes de todos los pueblos de la antigüedad, incluidos los de aquellos que por  ser dominados por otros,  padecieron la estigmatización, incomprensión  e infravaloración  de sus conocimientos.  

Hoy en día   no es improbable un nuevo “accidente”  que prive a las generaciones futuras  del conocimiento de su patrimonio cultural;  anteriormente ya ha sucedido. Lo más desalentador es que este accidente,  puede venir disfrazado de la manera más impredecible e impensable: la compulsión económica, nuevas leyes que preparan el terreno a las privatizaciones, gobiernos neoliberales, accidentes e imprevistos cibernéticos, intolerancia y fundamentalismo, entre otras cosas. Lo mencionado hasta aquí, nos pone en alerta.

El segundo énfasis,  es el referente a la dificultad del tema. La conservación, cuidado y custodia del patrimonio cultural,  invariablemente, lleva implícito uno o varios objetivos y conceptos acordes con el pensamiento de una época, así como numerosas interpretaciones,  que si bien, conciernen todas a dicha época, responden a motivaciones e intereses muy diferentes, de tal manera que ponerse de acuerdo  no resulta fácil. Sobre todo en momentos como el actual, donde las prioridades se confunden y generalmente se toma “el rábano por las hojas”.

Por nuestra parte, una vez reconociéndonos desde el principio de esta exposición,  como integrantes de la corriente de pensamiento del nuevo humanismo    (con la cual intentamos ser coherentes ), establecemos como guía de nuestros  análisis,   los puntos básicos de la actitud humanista mencionados anteriormente.  

El punto de partida, es pues, el referente a la ubicación del ser humano como preocupación y valor central.

Concebimos al ser humano como un “ser histórico  cuyo modo de acción social transforma a su propia naturaleza” (Estudio s/ el Movimiento, 1990:102). Lo característico de ese “modo de acción social” se deriva de  que a diferencia de otros seres vivos, el humano   instrumenta su intencionalidad con objetos culturales y lo puede hacer de manera más consciente si cuenta con una representación   de lo que es su patrimonio cultural.

El segundo ámbito de la actitud humanista: la igualdad de todos los seres humanos, nos conduce a declarar, que la legislación  del patrimonio cultural, tiene como función principal asegurar que todo individuo tenga  acceso a dicho patrimonio y no sólo aquellos que pueden pagarlo.

El tercer ámbito, que proclama “el respeto a la diversidad personal y cultural”, nos lleva a una concepción del patrimonio cultural que reconozca los aportes de todas las culturas,   no solo de aquellos sectores de la sociedad que hayan sido o sean dominantes.

Con relación al cuarto ámbito, que se refiere al desarrollo del conocimiento por encima de lo aceptado como verdad absoluta, queremos recalcar que el patrimonio cultural, constituye una fuente de conocimiento para las generaciones presentes y futuras,  que constantemente, al ser reinterpretado por las nuevas conciencias,  transforma y se transforma. Además, cuando una generación tiene asegurado su acceso al patrimonio cultural, el diálogo intergeneracional se enriquece exponencialmente, niña/os, y jóvenes, adultos anciana/os, que comparten un momento histórico, encuentran un referente común, sobre el cual, es posible hacer reinterpretaciones, replanteamientos o  emprender investigaciones desde diferentes puntos de vista y tiempos de conciencia.

La afirmación de la libertad de ideas y creencias, que establece el quinto ámbito de la actitud humanista, (a diferencia, de quienes promueven la nueva Ley en cuestión, que resaltan, la importancia de haber establecido una definición precisa, de lo que es el patrimonio cultural) nos impulsa a manifestarnos por una apertura a la pluralidad  de concepciones sobre el mismo, entre otras cosas, porque es evidente que mucho de lo que se ha perdido de la cultura de los pueblos del pasado, no sólo es resultado de su destrucción material, o de su negación como parte de la cultura humana, sino, porque simplemente, ni siquiera fue percibido como tal, pues la forma mental de los que decidían sobre estas cosas no se los permitía. Vale decir aquí que  al patrimonio cultural “nada humano le debe ser ajeno”.

Finalmente, el sexto ámbito, el repudio a la violencia, nos lleva a pensar que si bien, como acabamos de decir “al patrimonio cultural  nada humano le es ajeno”, tiene mucho sentido  privilegiar  aquellos rasgos  culturales, estilos de vida, cosmovisiones y/o  prácticas  en los que se reflejen actitudes  no-violentas de sus realizadores.  

Para concluir:

Es necesario recordar que detrás de cada objeto cultural tangible que se presenta,  hay una intencionalidad intangible que lo acompaña.  Reconocerla   demanda una postura  fenomenológica hacia el patrimonio cultural que difícilmente  se promueve pensándolo exclusivamente en términos de su    “debido aprovechamiento” (según dice la nueva ley) o  “un bien sujeto a explotación mercantil en beneficio privado”, como si se tratara de objetos o mercancías consumibles en alguna zona turística o museo.

Sabemos, que la humanidad está siendo arrollada por un proceso de globalización económica, en el que el Estado nacional, por lo menos en los países llamados “del tercer mundo”, se ha convertido en un para-estado al servicio del capital financiero internacional. Si bien, en los niveles medios y de base, los individuos que actúan en las instituciones de gobierno cuentan con cierto margen de libertad para expresar y promover acciones que no necesariamente sirven a intereses económicos muy poderosos, en los niveles altos, donde finalmente se toman las decisiones, los representantes del Estado y el poder económico mundial se confunden.

En esta situación, no podemos dejar de preguntarnos: ¿por qué actualmente se manifiesta tanta preocupación por el patrimonio cultural? ¿por qué se pone tanto énfasis en involucrar a todo el mundo en la custodia del mismo?.  Los que aprueban esta iniciativa afirman que ningún capital es suficiente para garantizar el resguardo del patrimonio, pero ¿acaso alguna ley es suficiente para asegurar el resguardo del patrimonio en un mundo dirigido por el dinero? Estamos convencidos de que, toda modificación, reforma, anulación, cambio, actualización o perfeccionamiento que se realice a una Ley sobre el patrimonio cultural, tiene que, necesariamente, concebirse fuera del contexto economicista de la época.

Definitivamente es otro el contexto que se requiere para debatir sobre estas cuestiones si  nuestro punto de vista, está centrado en la preocupación por el ser humano y no en el aprovechamiento de un bien.

No tenemos el contexto para decir que   la custodia y conservación del patrimonio cultural, no sea una actividad que simplemente cuide una mercancía  cuando se expone públicamente,  sino que se centre en    asegurar que hasta el último individuo de una nación,  tenga pleno acceso  a el, sobre todo y  fundamentalmente a su aspecto intangible. Sin embargo  apelamos a  destacar la situación  que Mario Rodríguez en 1989 advertía sobre el triunfo momentáneo y mundial, de una cultura materialista inhumana. Ese triunfo, afirmó, no tiene asegurado el futuro, pero actualmente se ha impuesto.

Solamente en un contexto de creación de nuevos Estados desalineados de la política neoliberal, podremos asegurar condiciones adecuadas para el diálogo sobre la mejor forma de preservar nuestro patrimonio cultural; en tanto esto no suceda, los efectos de cualquier modificación en la regulación de la custodia del mismo, se restringirán en última instancia a los límites que al capital financiero  mundial convengan.

Pero si ni en el horizonte se visualiza  el advenimiento de un Estado, dirigido en primer lugar al bienestar humano,  ¿qué podríamos hacer?.

Creemos que hay un tercer contexto para el diálogo;   hemos reconocido ya uno,   el que se impone en el momento actual, en el que  la vida social y cultural ha quedado en función de lo que   convenga más al capital mundial. También reconocemos un segundo contexto –  utópico quizás –  en el que el diálogo en torno al patrimonio cultural, tuviera  lugar  sin la presión de la compulsión del beneficio económico de los influyentes y encuadrado dentro de una prioridad mayor: colaborar en el desarrollo del individuo humano, a través del libre acceso al mismo. Ya hemos dicho que este contexto, actualmente, no se vislumbra ni en el horizonte.

El tercer contexto  sería aquel que sí podemos construir juntos,  adoptando una perspectiva amplia del proceso humano,  en la que cada persona  reconoce en su patrimonio cultural  las señales y símbolos que los humanistas de todas las épocas y culturas han dejado en sus obras.  Este  punto de vista  nos fortalecería y orientaría el espíritu  al    participar en los diversos debates sobre el patrimonio cultural y su  mejor custodia.  Por otro lado  apostaríamos a que esta perspectiva (humanista),  también contribuyera a que,  así como en las épocas renacentistas, sin que se tratara de convertir en adeptos del  humanismo a escultores, literatos y pintores, el humanismo ofreció ciertas bases  para el establecimiento  de una “plataforma estética  común a los artistas y al publico (Chastel- Klein, 1971:42),  en el momento actual nos diera criterios claros para pensar el patrimonio cultural de todas las comunidades, etnias  y naciones de la  humanidad,  en términos del respeto a los derechos humanos universales. 

 Para concluir, queremos hacer una propuesta un tanto irónica:  sugerimos que se acepte o no esta nueva Iniciativa de Ley, se le considere parte del patrimonio cultural de México (después de todo, el patrimonio no tiene que ser sólo aquello que nos engrandece, como previamente dijimos). Y ¿para qué? Tal vez, de esta manera, las generaciones futuras, puedan conocer, un curioso momento, de la historia, en el que ciertas personas creyeron que el dinero lo podía comprar todo.


Bibliografía.

Estudio Sobre el Movimiento. 1990.

Herskovits. M. 1948 (1995). F.C.E.

Chastel, A.  Robert, Klein. El humanismo. Alianza Editorial.  1971.


Intervención de David Sámano, fundador de la Línea humanista de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en el Foro de análisis: “El patrimonio cultural mexicano hacia el siglo XXI”, realizado en Hermosillo, Sonora, México, el 21 de julio de 1999.


David Sámano se desempeña como profesor  – investigador de tiempo completo en la Universidad Autónoma de la  Ciudad de México (UACM) e investiga temas vinculados a  la  epistemología, filosofía de la ciencia y  antropología de la ciencia.


Artículo del libro Interpretando al Nuevo Humanismo. Etnología, Epistemología y Espiritualidad. https://edicionesleonalado.net/es/producto/interpretando-al-nuevo-humanismo/

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