Nestor Tato
La conciencia organizadora y la temporalidad
Cuando la organización interna de los organismos parece acabada se produce un nuevo fenómeno: aparece la conciencia que proyecta y amplía sin límites esta posibilidad de organización.
Desde el punto de vista de la materia viva, el cuerpo humano contiene en sí todos los niveles de organización que le precedieron, en una síntesis superadora. Células, tejidos y órganos: todos, elementos probados en su eficacia funcional a lo largo de milenios de ensayos configuran el organismo más perfecto que se conozca.
Esa estructura anatomo-fisiológica sirve de soporte para la generación de un nuevo fenómeno: la conciencia.
Así como la Vida parece la continuación del impulso inicial del Universo en otro nivel de organización de la materia, esa tendencia hacia una complejidad creciente parece dejar el plano de lo natural generando una nueva dimensión que se diferencia de éste. En los seres unicelulares podemos advertir dos tipos de estados: la actividad y el reposo, se mueven para alimentarse y se aquietan para digerir y asimilar el alimento. Si los sometemos a estímulos, reaccionan de modo reflejo, sin solución de continuidad entre el estimulo y su respuesta: cambiamos el medio en que se encuentran introduciendo una sustancia agresiva como un ácido y se mueven en dirección contraria en cuanto lo perciben. Los animales también tienen como base este aparato reflejo de respuesta, pero con el desarrollo del sistema nervioso han adquirido respuestas más complejas, por tanto, más lentas. La capacidad de diferir la respuesta aparece con la evolución del sistema nervioso, un nivel más integrado y lento que el reflejo, que llega a su máximo exponente en el cerebro humano. La imaginación ya está presente en los animales, pero la construcción de una realidad posible aparece con el ser humano.
El surgimiento de la conciencia implica la ruptura con la mecanicidad de la Naturaleza a través de la libertad, dando comienzo a la historicidad[1].
La conciencia genera una dimensión antes inexistente: lo posible[2]. Merced a su capacidad de re-presentar lo percibido organizándolo de un modo distinto, la conciencia puede imaginar una realidad diferente de la que percibe. Se afirma entonces lo posible frente a lo dado, que es lo que se presenta a nuestros sentidos como acabado. Lo posible arranca al ser humano de ese orden inmutable para enfrentarlo con los mundos que pueden ser según su elección.
La conciencia sustrae a lo humano del predominio del espacio para sumergirlo en el devenir. El tiempo surge como la dimensión propia de la conciencia.[3] Pese a su predominio perceptual la dimensión espacial es secundaria frente a la temporal. La actividad humana se desarrolla en el tiempo.Los humanos nos “movemos” en el tiempo, en un mundo que heredamos organizado y que colaboramos en reproducir, sea repitiendo lo heredado o reorganizándolo. Ese movimiento, que es interno, propio de la conciencia y que orienta al cuerpo en el mundo, está determinado por intereses.
La conciencia organiza el mundo según sus intereses,[4] determinados en principio por las necesidades básicas del cuerpo, por lo dado, pero lo posible irá alimentando los deseos. Gracias a esa aptitud de la conciencia, la tendencia organizadora de la vida continúa. Esta vez, esa organización creciente que parece ser tarea de la difusa actividad vital, tiene un sujeto preciso, los hombres se organizan entre sí y, progresivamente, a su medio ambiente.
En un principio (¿cuántos miles de años?), el ser humano no se diferencia a sí mismo de lo que lo rodea, es algo así como un sistema reflejo inmerso en el medio. Lentamente estructura un yo que discrimina entre sí y lo que se diferencia de él. Y diferente no es solo la Naturaleza: también los seres humanos que no pertenecen a su grupo son seres desconocidos y por tanto, enemigos.
Así, en un principio los seres humanos no reconocen lo humano en todos los seres humanos, sino solo en los que comparten su mundo. Los extranjeros no son humanos y por tanto pueden ser esclavizados –reconocidos como cosas útiles- o muertos. Progresivamente lo humano va ganando en reconocimiento, pero es más formal que material, ya que no desaparece esa actitud de trasfondo que no reconoce lo humano en todos.
Aunque hoy se acepte la humanidad como atributo, en la práctica no se reconoce, y ese desconocimiento permanece de modos más sutiles. Se acepta que hay otros humanos en el mundo, pero no se los reconoce en tanto no compartan la misma visión del mundo, los mismos valores, gustos, etc.
Entonces, unos humanos someten a otros a condiciones que atentan contra su supervivencia, haciendo imposible su desarrollo. No son más que cosas, simples utensilios o instrumentos para el proyecto de dominación[5]. Y si tal es el trato a los semejantes, la Naturaleza no iba a tener mejor suerte.
Lo ético en la Evolución
La conciencia surge de esa tendencia universal a la organización creciente, encarnándola y asumiendo su protagonismo. A partir de su aparición, el proceso entra en un carril de autoorganización: la conciencia organiza al mundo y a sí misma, simultáneamente.
Con la aparición de la Vida se produce un salto cualitativo. Ya no se trata de que el fenómeno del Universo se despliegue de acuerdo a las pautas contenidas en el instante inicial del proceso. Con su inercia, la Materia organizada sirve de piso para el desarrollo posterior de la Evolución. Se produce un salto de plano y aparece un nuevo nivel de fenómeno, un nuevo tipo de materia que se reproduce a sí misma.
La conciencia prosigue la tendencia organizadora de la Vida desarrollando el nivel de la autoorganización. Esta dimensión de lo posible se puede formalizar en conceptos que rigen ese mundo, ordenándolo. Así, lo ideal aparece como ordenamiento a concretarse en el futuro. Es un elemento para laregulación del proceso hacia la superación del estadio en curso.
En esta etapa que se abre con la aparición de la conciencia, si tomamos la Evolución como un proceso de humanización, tenemos que el ideal de lo humano organiza las concepciones éticas. Claro está que este ideal no se expresó en los términos que se concibe actalmente lo humano. Desde las concepciones animales de la divinidad hasta las abstracciones colectivas como el Estado, el ideal de Humanidad transitó por muchas figuras representativas aunque resulte difícil referirlas a él. Las éticas establecen modelos regulativos, los ideales a los que aspira la Humanidad, bien que teñidos por los paisajes epocales de quienes les dieron forma.
Ya ubicados en la Historia y elementalmente caracterizado el fenómeno de la conciencia, veamos su función.
[1] Georges Gusdorf, Mito y Metafísica, Ed. Nova, 2ª. Parte, p. 97 y stes.
[2] J.F. Donceel, Antropología Filosófica, Ed. Carlos Lohlé; R. Jastrow, El Telar Mágico, Bibl. Cient. Salvat; Jean Chateau, Las Fuentes de lo Imaginario, FCE.
[3] Cómo surgió la conciencia y la temporalidad escapa a nuestras posibilidades de conocimiento por ahora. Pero podemos imaginar que las vivencias de lo que puede ser, lo que es y lo que fue, generan la experiencia del transcurrir y, con ella, los tiempos de conciencia: futuro, presente y pasado. Seguramente los mecanismos de temporización presentes en cada acto de conciencia se encuentran en la génesis de la temporalidad: la retención y la protención en su entrecruzamiento generan la vivencia del presente en contraste con la inercia de lo que ya no es y la anticipación de lo que está por ser. Para una descripción breve v. E. Husserl, Ideas para una Fenomenología Pura y una Psicología Fenomenológica I, pgfo. 77, FCE 1962, p. 173; también Investigaciones Lógicas, T. II,Invest. V, cap. 2, Ed. Rev. de Occidente. El tema está desarrollado ampliamente en Fenomenología de la conciencia del tiempo inmanente, Ed. Nova.
[4] William James, cit. nota 6, en particular los ensayos El sentimiento de racionalidad y El dilema del determinismo. Respecto de los intereses, dice Silo: “ la atención funciona por intereses, por algo que de algún modo impresiona la conciencia”, Apuntes II,5, Conciencia.
[5] Entiendo por dominación el despliegue de la voluntad de una minoría sobre una mayoría que le sirve de territorio existencial y se repliega renunciando a su soberanía. Concepto derivado de la Declaración de Principios de la Internacional Humanista, Tesis 4: “La apropiación del todo social por una parte del mismo, es violencia y esa violencia está en la base de la contradicción y el sufrimiento.”