La función de la conciencia II

Nestor Tato

2. La conciencia es intencionalidad

Lo humano está volcado al mundo porque la conciencia es intencionalidad en tanto estar-tendida-hacia. La conciencia es un constante tenderse hacia[1] lo que la rodea, constituyendo los objetos que se le presentan y a sí misma, simultáneamente.

Es necesario precisar el sentido en que utilizo el término conciencia y sus variaciones de significado:

1) la conciencia es, básicamente, la corriente de las vivencias y, en tanto corriente, unitaria [2];

2) esa unidad y las variaciones que presentan las vivencias legitima concebirla también, como un conjunto de mecanismos que desarrollan un trabajo estructurado y estructurador, que coordina la actividad psíquica[3];

3) por fin, también se la puede concebir como el ámbito en que se dan sus objetos[4], como campo de conciencia[5].

En el sentido coloquial, reconozco como conciencia al reforzamiento que se opera de una vivencia, generalmente por medio de la atención, eso que llamo darse cuenta o caer en cuenta[6].

La conciencia siempre es conciencia de algo[7]. Siempre hay un objeto dándose a la conciencia de modo inmediato.

Si detengo imaginariamente la dinámica de la conciencia, produzco una suerte de corte en la corriente de vivencias y topo con mi estar-tendido-hacia el objeto[8]. Para lograr ese registro puedo cambiar rápidamente los objetos de mi atención.

Percibo la biblioteca. Luego dirijo la mirada al monitor. Luego, al teclado. A la impresora. Vuelvo a mirar la biblioteca, y así sigo cambiando de objeto hasta sentir que “algo en mí” dirije el foco,  aprehende el objeto externo. y capto “algo en mí” que lo aprehende. Así, cambio objeto tras objeto, dirigiendo la mirada en distintas direcciones, hasta precisar esa presencia que aprehende, que internamente hay un dirigirse al mundo.

Mirando la biblioteca puedo cerrar los ojos. Y la biblioteca seguirá ahí, desdibujándose a medida que se debilite la retención retiniana. La puedo reforzar deliberadamente y entonces volverá a estar ahí, hasta que algún otro objeto la desdibuje y suplante en mi contemplar. También puedo recordar las bibliotecas que conocí, o puedo imaginar cómo quiero modificar esa biblioteca que tengo ante mis ojos, hasta que algún otro objeto me tome y me lleve por otro carril.

Sea que perciba, que recuerde o imagine, siempre hay un objeto que se da a la conciencia. Aún cuando crea ponerla en blanco, ese registro de vacío será algo que registre la conciencia. Si no, será el mismo registrar el vacío. Siempre hay algo registrado. Y puedo darme cuenta de que estoy registrando algo, tener conciencia de mi conciencia, del mismo modo que puedo tener conciencia de que percibo, recuerdo o imagino, mediante la reversibilidad.

La reversibilidad es el mecanismo básico de la conciencia que se dirige deliberadamente sobre un objeto que se encuentra en su campo de presencia. Lo que sentimos es que estamos atendiendo. La atención es la herramienta que tenemos a nuestra disposición para observar. Dirigida hacia un objeto externo transforma el mero ver en mirar.

3. La sensibilidad es un producto de la conciencia

Hay una actividad constante de la conciencia en ese tenderse hacia el mundo: recibe estímulos y responde.

¿Cuál es la respuesta de la conciencia? En sentido propio, la estructuración perceptual. La conciencia responde estructurando la percepción del estímulo, integrando los datos de todos los sentidos que participan con el proceso de reconocimiento mediante un cotejo veloz con los archivos de memoria.

Puedo distinguir, de modo general, una oleada de estímulos que me llegan desde el mundo, que despiertan sensaciones en mi.

Los objetos del mundo –cosas y personas- provocan en mí sensaciones y sentimientos.

Y no solo lo que me llega del mundo externo. Mi mundo interno también despierta en mí sensaciones y sentimientos.

Esa sensibilidad se manifiesta como corporal: siento “en” el cuerpo tanto las sensaciones como los estados de ánimo y los sentimientos. Pero no significa que ese darse en el cuerpo sea una actividad corporal. La sensibilidad se produce a través de la actividad de estructuración que la conciencia hace de los complejos de sensaciones que entregan los sentidos. Resulta del proceso de retroalimentación sensorial, de las sensaciones de lo que sienta y de lo que haga. Es un complejo tramado de habilidades e inhabilidades, de facilitaciones y bloqueos. En definitiva, de filtros.

Lo que identifico como sensibilidad es resultado del trabajo de la conciencia[9]. En tanto la actividad sensible es constante, la sensibilidad, así como abstracción, es una disposición a responder “acogiendo” al mundo y a dar cuenta de él a través de la información que entregan los sentidos.

Las imágenes –tanto internas como perceptuales- movilizan mi sensibilidad.[10]Eso no ocurre con los conceptos y las ideas: pensar en “cateto”, “cuadratura” o “región epistemológica” no me hace sentir nada.

No obstante, hay ideas, por así decirlo, imaginadas, que se emplazan como más abajo de la zona abstracta que les es propia y tienen carga emotiva: patria, libertad, etc. Son ideas, imágenes abstractas que producen sentimientos, y muy fuertes a veces. En esos casos es cuestión de escarbar y si la “movemos” un poco, aparecerán “detrás” de ellas, asociadas, imágenes de recuerdos biográficos que son los que provocan las cargas emotivas.

Las imágenes son estructuras que, por un lado, tienenun contenido representado. Está configurado por la materia proveniente de los sentidos que es formalizada por la memoria. Por el otro lado, las imágenes tienen una carga de sensación que también está codificada en la memoria. Esta carga es lo que siento, lo percibido o imaginado (lo que porta la imagen) despierta en mí, un sentimiento o estado interno, un complejo de sensaciones internas.

En tanto estructuración, o bien se presentan juntos o, al presentarse uno “llama” a la otra y viceversa, por la fuerza inercial del conjunto. Un ejemplo trivial y cotidiano lo tenemos cuando tratamos de recordar el nombre de una melodía que oímos dentro nuestro o, al revés, cuando tratamos de recordar la melodía a partir del nombre o la situación con que la tenemos asociada.

Tanto los contenidos representados como las sensaciones que les corresponden están grabadas en la memoria, por lo que podemos afirmar que las estructuras perceptuales están dadas por la memoria, que es la fuente matriz de los datos con que opera la conciencia.

3. La conciencia como coordinación de respuestas

Los sentidos aportan los datos provenientes del estímulo. La conciencia estructura la percepción mediante un cotejo instantáneo con la memoria. Ésta aporta las matrices estructuradoras que permiten el reconocimiento  -la incorporación de lo percibido a moldes conocidos- o el desconocimiento -el reconocimiento de que no se tienen datos previos. Así, la percepción se estructura sobre la base de datos elementales (contorno, color, olor, textura, sabor), de cuya matriz dispone la memoria.

Una vez identificado el estímulo, se elabora la respuesta, que será más lenta o más rápida según que haya o no antecedentes previos en la memoria.

Si hay huellas fuertes en la memoria, la respuesta podrá tener casi la velocidad de un reflejo. Cuanto más débil sea la huella o en caso de haber huellas alternativas, la respuesta requerirá una elaboración mayor, que puede ser consciente o no.

De todos modos, la oportunidad de la respuesta será una decisión que tomará el yo, la referencia consciente de la actividad de la conciencia, el comando de coordinación de respuestas.

Así vistas las cosas, dentro de la estructura psicofísica, la conciencia es el aparato coordinador de respuestas.

4. Los niveles de trabajo de la conciencia

El trabajo de la conciencia varía según los niveles en que opere. Éstos están en estrecha relación con las condiciones del cuerpo: los habituales son los de vigilia, semisueño y sueño.

La variación del trabajo de la conciencia se produce según la disponibilidad energética del cuerpo y se refleja en las modificaciones que se producen en la configuración del paisaje que, a medida que se desciende hacia el sueño, pierde correlación con el mundo externo. Su lógica se disloca, dejando las pautas del ordenamiento racional mundano para abandonarse a la libertad de la fantasía.

En el pasaje hacia niveles inferiores de trabajo, la atención se debilita hasta desaparecer. Las dimensiones de espacio y tiempo se ven alteradas, modificando radicalmente los parámetros bajo los cuales el mundo “aparece”.

Cada nivel de conciencia pone un ámbito formal, una matriz para la configuración del mundo. En vigilia, esa matriz prioriza la percepción y su correlación con lo externo, mientras que en semisueño la fantasía opera más libremente guardando los contenidos su correlación de identidad perceptual (con lo externo), que en el sueño se pierde totalmente.

En el trabajo vigílico podemos diferenciar la percepción de la representación, y en ésta, según que los contenidos representados sean pasados o futuros, podemos diferenciar el recuerdo y la futurización.

En semisueño los contenidos de la memoria invaden libremente el espacio de representación, alterándose todo parámetro de la realidad, por lo que no hay posibilidad de discriminación entre los fenómenos internos.

Un ciclo de desorden-orden-desorden se reproduce constantemente en el trabajo de la conciencia, no solo durante la vigilia sino en el ciclo de trabajo de cada día: organiza en función del mundo durante las horas de vigilia, y luego se desorganiza, en los niveles inferiores, bajando su nivel de trabajo y facilitando la recomposición vegetativa del cuerpo y el reordenamiento de los contenidos psíquicos.

5. La generación de la realidad: temporalización y proyección

La corriente de vivencias nos da la pauta del transcurso del tiempo.

La conciencia constituye la temporalidad y, si bien identificamos la conciencia con el presente, éste no es más que el entrecruzamiento de las vivencias que están dejando de ser con las que están comenzando a ser, el entrecruzamiento de las retenciones con las protenciones.

Al constituirse el mundo en mi mirada, y al ser ésta configurada por la estructura retención/protención, es como si el mundo que se hace presente, al concomitar con mi temporalidad (más bien, al interpretarse desde mi vivencia temporalizadora), se hace presente instante tras instante. El mundo se actualiza instante tras instante en mi mirada, al actualizarse mi mirada. Acto tras acto se va tejiendo mi vivencia y con ella, el mundo. Acto tras acto, el mundo brota de mi mirada, y si el mundo se constituye en la conciencia a través de su actividad, la realidad que le atribuyo es generada por la conciencia a través de la dación de sentido. Instante tras instante, en el flujo de información, la realidad fluye a través de la conciencia, actualizándose.

De ese modo, la conciencia genera la realidad. Aún cuando ante mis sentidos continúe la situación que ya estaba dada, la conciencia constituye momento a momento la realidad. En tanto la realidad fluye a través de las conciencias, a través del trabajo de cada conciencia se constituye en el tiempo, que es la esencia misma de la existencia humana.

Esa realidad, además, es reconocida como tal porque se confirma en la intersubjetividad: el acuerdo fundado en lo perceptual respecto de que algo es o está lo constituye como real, le da atributo de realidad. Este proceso nos pasa desapercibido a sus agentes, pero en base a esos acuerdos generamos constantemente la realidad global. Que no se funda siempre en lo perceptual, sino que muchos son acuerdos sobre creencias.

Desde un punto de vista espacial, podemos describir la intencionalidad como un atender el observador hacia un afuera donde ubicamos la realidad.

La conciencia transcurre permanentemente, sin cesar, y ese transcurrir es la temporalidad. Ese brotar de la conciencia acto tras acto, esa actualización permanente constituye la sucesión de vivencias. Así, se puede afirmar que la conciencia se tiende hacia el futuro, tracciona nuestra existencia hacia un ámbito siempre vacío y desconocido que va llenando con sus propios contenidos. Por ese estar tendida hacia el futuro, el movimiento permanente de la conciencia es lanzar hacia delante sus contenidos.

Esa actividad de futurición tiene una modalidad específica de trabajo que, por lo general, se encuentra frecuentemente bloqueada o entorpecida por los acuciantes requerimientos de la “realidad” o el remordimiento del pasado, que imponen su peculiar manera de ver el futuro, impidiendo su funcionamiento normal.

¿Cuántas veces nos hemos sentado a proyectar nuestro futuro?¿Acaso alguien, alguna vez, nos enseñó que nuestro futuro puede ser diseñado?

Desde nuestra vivencia tenemos la sensación de estar como en una postura defensiva hacia el medio y, solo de tanto en tanto, cuando nuestra circunstancia nos da un respiro, podemos otear durante algunos instantes hacia lo que viene. Aun así, no lo hacemos con toda la generalidad, estructuralidad y disciplina que sería necesario, porque en esos momentos estamos fundando nuestro futuro.

Nos vemos compelidos a dar respuestas a las demandas del mundo que siempre se presentan como urgentes, y nos agotamos en una carrera constante que, como el coballo en su rueda, nunca trasciende el horizonte del presente.

No tenemos conceptos adecuados para definir el trabajo con la dimensión del futuro, porque no es una práctica habitual y, menos, pautada.

No hay una práctica social que corresponda a la construcción del futuro.

6. La solución de los problemas se da en el futuro

Esto es relevante en tanto la visión espontánea del mundo está determinada por lo perceptual. Como todo lo que me rodea, los problemas también se presentan como ahí afuera, se manifiestan en una simultaneidad con mi existencia y siento que, si quiero resolverlos, tengo que hacer algo ya.

No considero que eso que veo como problema, es que se manifiesta ahora como tal. Porque tuvo un tiempo previo de gestación. Por tanto, a menos que radique en algo concreto, el problema no tiene solución inmediata. Así como se tomó su tiempo para armarse, necesita tiempo para desarmarse.

Toda solución está en el futuro. Habrá que buscar los cursos de acción posibles y adecuados para liberarnos de las trabas que presentan los problemas.

Esa liberación se asume, espontáneamente, contra las condiciones que impone el mundo con sus limitaciones, de modo que veamos someramente cómo está organizado.


[1]  “A este mundo, el mundo en que me encuentro y que es a la vez mi mundo cirundante, se refieren, pues, los complejos de las múltiples y cambiantes espontaneidades de mi conciencia…” E. Husserl, ibidem, pgfo. 28, p. 66; “A través de ella (la reflexión)aprehendemos, en vez de las cosas puras y simples, en vez de los valores, los fines, los útiles puros y simples, las vivencias subjetivas correspondientes en las cuales, en un sentido amplísimo, se nos “APARECEN”. De ahí que todas estas vivencias se llamen también “FENÓMENOS”; su característica esencial más general es ser como “conciencia-de”, “aparición-de” –DE las respectivs cosas, pensamientos (juicios, razones, consecuencias), de los planes, decisiones, esperanzas, etc. … La expresión derivada terminológicamente de la escolástica para este carácter fundamental del ser como conciencia, como aparición de algo, es INTENCIONALIDAD. En el irreflexivo tener conscientes cualesquiera objetos, estamos “dirigidos” a éstos, nuestra “intentio” va hacia ellos. El giro fenomenológico de la mirada muestra que este estar dirigido es un rasgo esencial inmanente de las vivencias correspondientes, ellas son vivencias “intencionales”. Este párrafo concluye la cita de la nota 2 (El artículo de la…).

[2] Husserl, “Investigaciones Lógicas”, V, Ed. Revista de Occidente. Esto descarta que pueda leerse cualquier posible afinidad con las topologías freudianas.

[3] Silo, “Apuntes de Psicología”, Psicología I, 3, Obras Completas vol. II.

[4] Con más precisión cabría hablar del espacio de representación, el ámbito donde se emplazan las imágenes resultantes del trabajo de la conciencia, Para un detalle más preciso de los mecanismos de conciencia, v. Autoliberación, Luis A. Ammann, Ed. Planeta; Silo, Apuntes.., II y III.

[5] Jean Chateau, Las Fuentes de lo Imaginario, Ed. FCE; Aaron Gurwitsch, El campo de la conciencia, Ed. Alianza.

[6]Desde el punto de vista de la percepción interna, me refiero a la conciencia como a una calidad de la vivencia en la que nos damos cuenta, cuando menos, de lo que nos pasa con lo que tenemos enfrente, en ese sentido calificamos a algo como “consciente”. Y ese darse cuenta tiene una clara sensación de mayor presencia de sí mismo. Esto no es más que un refuerzo de la actividad de la conciencia que, además del objeto, está aprehendiéndose a sí misma en la aprehensión del objeto. Una intensidad de vivencia semejante a la del darse cuenta se produce cuando hay deliberación en la elaboración de la respuesta. Y una intensidad mayor aún se produce cuando no solo hay conciencia de lo que se tiene por delante, de que se quiere hacer lo que se hace con ello, sino de que uno es el que está actuando. Cuando la conciencia incorpora en su campo al término desde el cual se actúa, eso que llamamos yo, se eleva de tal manera la calidad de la vivencia que uno se siente ser plenamente. Cosa que rara vez ocurre en el orden cotidiano.

[7] Silo, Apuntes…, I, 2, A: “Estructura de la conciencia. Su estructura mínima es la relación acto-objeto, ligada por los mecanismos de intencionalidad de la conciencia. Esta ligazón entre actos y objetos es permanente.”; Husserl, «Ideas .. I, pgfo. 37.

[8] Silo, Psicología de la Imagen, en Contribuciones al Pensamiento, OC I.

[9] Y lógicamente percibo que esa sensibilidad se da en el cuerpo, ya que la fuente de esas sensaciones es el cuerpo: la contracción del pecho y del cuello que concomita con la angustia o la expansión que produce la alegría son procesos corporales que emiten varios estímulos a la vez: variaciones de temperatura, tono muscular, distintos estímulos internos que son estructurados por la conciencia. Así, cuando escucho una melodía, contemplo una obra de arte, pasa un colectivo a mi lado bañándome con los gases del escape, suena una bocina a mi lado, mi cuerpo recibe el estímulo y le pasan cosas: tiene sensaciones, que son la referencia de que esos procesos han sido registrados por la conciencia, y esa referencia misma ya es una actividad de la conciencia. En esa actividad de respuesta mecánica también se dan procesos intelectuales, una actividad que siento más en la cabeza, con una sensación más difusa de esa actividad, menos definida, que capto más por sus productos: las imágenes que se presentan en cadenas asociativas, o los conceptos que se dan por la vía abstracta.

[10] Jean Chateau, Las fuentes de lo imaginario, FCE, Libro II, cap. IV, p. 247; Silo, Apuntes, II.

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