Desarrollo de las civilizaciones

Silo

El nacimiento de toda civilización se opera no por la familia, sino por la generación, es decir, por la reunión de los valores guerreros que forman la «fratia o hermandad». Se reconocen hermanos aún desconociendo a sus padres. Es el tiempo en el hombre actuando como principio diferenciador, el que organiza las «clases temporales» o generaciones que buscan la complementación en las mujeres comunes. Los coetáneos o individuos de edad aproximada se organizan para fines comunes. La propiedad es de todos; el entrenamiento, la caza, la incursión y la fiesta se realiza en grupos.

La vivienda es compartida y surge mucho antes que la habitación familiar. Las determinaciones físicas se fueron implantando a las generaciones, en situaciones de vencedoras, en nuevas perspectivas que se ampliaron con la experiencia histórica. Las generaciones fueron acumulando al nacer las más jóvenes y comenzó a configurarse el momento histórico, momento en el que coexisten generaciones distintas. La división y acoplamiento de los sexos dentro del momento histórico, va formando síntesis (que conocemos como tribu) dentro de un ámbito espacial con el cual ésta mantiene relaciones funcionales. Si el contorno es excesivamente opresivo la tribu se desplaza. Si es favorable al desarrollo, la tribu se arraiga y especializa en él.

La especialización en el contorno origina la diferenciación de funciones o división de trabajos, y a medida que el tiempo transcurre las tribus comienzan a complementarse entre sí manteniendo relaciones de saqueo e intercambio.

Ya en la vida primitiva, los jóvenes arrebataban el poder a medida que las generaciones más viejas se debilitaban. Pero más adelante, en la tribu (articulada por la existencia de varias generaciones que poseen distinto ritmo pero conviven) se va formando el momento histórico. A los jóvenes sigue correspondiendo el poder, pero los viejos desplazados por las nuevas generaciones, comienzan a regular las actividades mediante rudimentarios «consejos de ancianos». Distinguimos en el mismo momento histórico varias generaciones contemporáneas: una desplazada del poder; otra ubicada en el poder; otra tratando de desplazar a la que lo detenta; otra en crecimiento y finalmente la última, que nace. El «poder» no sólo debe entenderse en sentido político sino además religioso, etc.

El hombre es el ámbito temporal en el que conviven de cinco a seis generaciones. Es importante diferenciar a los contemporáneos (personas que conviven en el mismo momento) de los coetáneos (miembros de la misma generación).

Cada generación, debemos observar, tiene una amplitud aproximada de unos doce años, y su lucha, pretensión y desplazamiento del poder fluctúa cada doce años también. Estudiando el problema con más detenimiento, descubrimos que el término oscila entre un mínimo de diez años y un máximo de quince.

Volvemos a los momentos históricos. Estos se suceden como momentos de jóvenes, de «maduros» y de viejos, configurando la época.

Son las generaciones críticas, las que introducen el proceso de diferenciación o «crisis» en la síntesis anterior, provocando el nacimiento de un nuevo momento histórico.

También una generación crítica suplanta el último momento de una época e inicia otra. Los cambios de época son modificaciones profundas en todo el sistema de vida de la sociedad humana. Es muy difícil fijar la amplitud de una época concreta y no es nuestro tema específico hacerlo. En general, las épocas de nacimiento son de organización y estructuración. Los miembros de la comunidad se organizan observando gran rigidez en sus funciones, bajo mando único. Las épocas de crecimiento son expansivas y de relación con otras comunidades; las de declinación se caracterizan por la síntesis o inmovilidad momentánea de la organización y por el intuir el derrumbe del aparato de creencias. Es que la expansión se detiene y comienza la diferenciación interna de la estructura, hasta el salto a una nueva época.

Las edades, en cada civilización, son la edad tradicionalista, la racionalista y la desilusionada. Esta última cierra el ciclo… el gran sistema que fue la civilización se desintegra.

Las civilizaciones, al principio de la historia humana, fueron aisladas. Luego se relacionaron y hoy marchan hacia la unificación. Estos tres tipos de civilización configuran el período total de la historia.

Así como los momentos son de los jóvenes, maduros o viejos; según la acción de las generaciones críticas las épocas se articulan también en tres: de organización, expansión y detenimiento. Estas épocas no son sino conjuntos de momentos a distintos niveles del proceso.

Las tres épocas forman las edades. Es decir, cada edad se configura por el desarrollo de las épocas. En cada edad predomina la tradición o la razón o la desilusión. Advirtamos que cada una de las tres edades de la civilización posee además de su propia mecánica, su biología y su probabilística (o sus leyes de desarrollo). Por ejemplo, la edad tradicionalista, es eminentemente diferenciadora, su sistema es de castas y de jerarquías estamentales. Comienza como feudo diferenciado y luego éstos se relacionan complementariamente y finalmente se sintetiza en monarquía. Es el caso de la civilización cristiana-occidental, en su primera edad.

Ciertas civilizaciones, comienzan como tribus diferenciadas, que luego se relacionan y finalmente se sueldan en un poder único. Es el caso de la civilización romana.

La edad tradicionalista tiene su tiempo en el pasado. Es la edad labriega, religiosa y guerrera. Psicológicamente es la edad de la motricidad, de la voluntad.

La edad racionalista, comienza como monarquía en disolución, sigue como democracia en expansión y culmina con las revoluciones. Es la gran edad complementaria de la ciencia y el desarrollo industrial; de los descubrimientos y de las grandes ciudades. Psicológicamente es la edad de la razón.

La edad desilusionada, comienza con las épocas revolucionarias (ultima etapa del racionalismo), sigue con la expansión y dominio imperial y concluye con el estancamiento, la fijación de los límites en todos los campos y la reglamentación de la vida. Tiene su tiempo en el presente. Es el lapso del ciudadano del mundo. Lapso mágico y técnico. Psicológicamente es la edad de la emoción.

Las generaciones que van produciendo las modificaciones del ámbito histórico marchan a ritmos muy diferentes.

En la edad tradicionalista comienzan a relacionarse los individuos de la misma edad, pero con grandes dificultades, sobre todo si media entre ellos una gran distancia.

En el racionalismo la relación entre coetáneos de diversos puntos o regiones geográficas es mayor, debido al intercambio y al mayor desarrollo de las comunicaciones.

En la edad desilusionada los coetáneos aunque vivan a enormes distancias unos de otros, se sintetizan como clase, tendiendo a idénticos fines.

Las concomitancias generacionales son intensísimas y la discontinuidad en la sucesión es muy evidente. A veces las generaciones se desplazan unas a otras con violencia y a gran prisa, otras se aletargan indefinidamente.

En la edad actual, imperial y desilusionada, se está forjando una generación crítica explosiva que se liga poco a poco en todo el planeta. Las diferencias entre ella y la «vieja» y la «madura» se agudiza día a día, comenzando por la disolución familiar y el malentendido padres-hijos. La magia empieza a cundir y la dictadura se asienta.

El imperio de esta civilización tiene caracteres universales, y es seguro que la civilización total se está comenzando a estructurar. La historia del hombre termina en esta civilización. Desde aquí comienza a gestarse la historia de la supraconciencia; la historia del superhombre.

Esquematizando el período de la historia humana, desde el punto a la máxima extensión de la espiral resulta:

Ese período del universo es el de la conciencia humana, corto instante entre su «antes» (materia y vida) y su «después» (supraconciencia y libertad).

Nadie debe creer que estas clasificaciones son algo más que esquemas. Vale para el proceso Histórico lo mismo que dijimos cuando explicábamos el Método, a propósito de los esquemas. El tiempo es constantemente diferencial, como para ser apresado en las descripciones.

En la próxima reunión estudiaremos las tres edades en sus grandes expresiones, es decir: el tradicionalismo en la Religión; el racionalismo en la Ciencia y la desilusión en la Magia.

Queremos destacar esas tres expresiones como lo más característico de cada edad, sin ignorar que ellas se manifiestan con mayor o menor intensidad, en todo instante de la historia.

«El tiempo puro es azar. Cuando este se encadena, comienza el capital: mineral, animal, humano y suprahumano. Desde ahí el tiempo se libera nuevamente».

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