Humanismo y Nuevo Mundo

Silo.-

El tema de hoy, «Humanismo y Nuevo Mundo», merece un breve encuadre. Cuando se habla de «Humanismo» suele hacerse referencia a esa corriente que, contemporánea a la explosión renacentista, arranca en las letras con Petrarca. En otras civilizaciones y aún en las más próximas a Occidente, puede verse una serie de temas tratados con un enfoque parecido al de los Humanistas del Renacimiento. Cicerón es un epónimo de esto en la cultura romana. Los humanistas desde entonces, colocaron al ser humano no simplemente como el sujeto y el productor del hecho histórico, sino como el centro de toda actividad fundamental. El ser humano, fue también el escalón mas alto de una axiología que bien podría resumirse así: «Nada por encima del hombre y ningún hombre por encima de otro».

En el Renacimiento, particularmente, la palabra «humanismo» toma su real dimensión en la lucha que, contra el oscurantismo, inicia el Arte y la Ciencia. Sería excesivo en esta ocasión, considerar el aporte de Giordano Bruno, Pico de la Mirandola y por supuesto, Galileo, figuras veneradas por los humanistas de hoy. Todos ellos sufrieron la persecución de un sistema en el que se amputaba la real dimensión del ser humano y que tenía por encima de todo a la divinidad, luego al príncipe, al estado y las leyes, como subsidiarios de esa divinidad.

La irrupción humanista trastoca esa escala de valores y aparece en el centro de escena el alma y el cuerpo del ser humano, tomando prestado las más de las veces concepciones propias del paganismo Greco-Romano fuertemente impregnado por las escuelas de pensamiento neo-platónico y neo-pitagórico.

Un formidable debate se desarrolla en la vieja Europa. Simultáneamente esta desplaza su influencia hacia las Américas y, como es lógico, lo hace avanzando en su colonización y conquista no con los elementos progresivos que se abren paso en los círculos áulicos, sino con la brutalidad e ideología aún dominante, que a la sazón es oscurantista y monárquica por derecho divino. La inquisición y persecución del libre pensamiento se trasladan a las nuevas tierras, pero también, aunque silenciosamente por aquel entonces, pasan las ideas que harían explosión en la Revolución Francesa y en las guerras y revoluciones de la independencia Americana.

Es el desarrollo de la visión humanista, antropocéntrica, la que finalmente inaugura la modernidad expresándose ya no solamente en el arte y en la ciencia, sino en la política de la época, jaqueando a la monarquía y al poder eclesial. Sea cual fuere la adhesión o rechazo que se experimente por aquel período que inaugura la etapa revolucionaria en toda su dimensión, por lo menos en occidente, debe hacerse un especial reconocimiento al aporte que en ese sentido hace el Humanismo.

Hoy, en el ocaso de las revoluciones también aparenta declinar aquel eferveciente humanismo, frente a una tecnología que parece haber absorbido la transformación revolucionaria de las estructuras económico-sociales, despojando al discurso político de toda comunicación, reemplazando las ideas de Fraternidad y Solidaridad por la economía de competencia y mercado, por supuestas leyes de autorregulación y por variables descarnadas de macroeconomía. Se reconstruye una vacía escala de valores, en lo que el ser humano concreto es desplazado de su lugar central y se instala en el culto del dinero, como en su momento existió en el culto a «Juno Moneta», Juno la diosa protectora del dinero y la moneda. Desde luego que en el mito contemporáneo existe una ideología que lo justifica. La ideología del Fin de las Ideologías y la del Fin de la Historia, en las que reconocemos los acordes del pragmatismo inaugurado en el Metaphisical Club de Boston a mediados del siglo pasado.

A mi ver, este pragmatismo elemental apoyado por un neodarwinismo que zoologiza a la sociedad por su trasfondo de lucha por la supervivencia del mas apto, se abre paso no por su excepcional calidad, sino porque los grandes sistemas de pensamiento se han derrumbado debido a la acción de múltiples factores. Se trata en realidad de un vacío enorme que ha dejado el fracaso de los sistemas estructurados y de pensamiento, vacío que puede ser llenado por cualquier cosa de inferior calidad, siempre que venga a satisfacer los intereses de quienes controlan los resortes económicos.

Comprendo que lo dicho hasta aquí debería ser justificado plenamente y que aún así, daría lugar a variadas discusiones. Sin embargo, he destacado algunos puntos que me parecen importantes para llegar a la situación del Humanismo en el momento actual. De todas formas debo destacar, que aquellas corriente que se han hecho cargo del humanismo en este siglo han sido en verdad muy pocas. Reconocemos el rescate de la cuestión en «El existencialismo es un humanismo» de Sartre y en la «Carta sobre el humanismo» de Heidegger, producciones que aunque opuestas pueden colocarse en la línea del humanismo existencialista. También podemos destacar un seudo «Humanismo» de cuño cristiano representado por Maritain; un contra humanismo marxista en Althusser y una dialéctica marxista entre humanismo burgués y humanismo proletario en Aníbal Ponce.

En definitiva, yo celebraría muy esquemáticamente las corrientes que en el pensamiento contemporáneo hacen un intento por reformular teóricamente al humanismo, tomando variantes principales cristianas, marxistas y existencialistas. Sin embargo, la palabra «Humanismo» a rebasado esa discusión y es bien aceptada popularmente como si simplemente estuviera denotando toda disposición favorable al ser humano en contraposición al avance de la maquinización y la tecnología.

En este sentido, hoy parece de «bon ton» adherir a un humanismo a la moda que nada tiene que ver con su fatigoso y trágico desarrollo, y sobre todo con su preciso encuadre del que me permito citar algunas características esenciales: 1o. La afirmación de la actividad de la conciencia, frente a posturas que consideren a la conciencia humana como «reflejo» de condiciones objetivas; 2o. La historicidad del ser humano y de sus producciones, en tanto el ser humano no es un ser natural sino social e histórico; 3o. La apertura del hombre-al-mundo en las que aquellas dicotomías de individuo y sociedad, de subjetividad y objetividad, son resueltas; 4o. La fundamentación de la acción y de la ética desde el ser humano y no desde otras instancias como la divinidad.

El humanismo consecuente de hoy, por tanto, se considera antropocéntrico, libertario, solidario, activo y comprometido con la realidad social. De ninguna manera opone el arte a la ciencia y no comete el error de identificar arte con humanismo y ciencia con tecnología. A ambos términos los considera incluidos en el proceso de desarrollo cultural humano, comprendiendo ciertas facetas de la tecnología como una instrumentación al servicio de quienes detentan el predominio económico.

Y, para centrar nuestro tema en los términos de «Humanismo y Nuevo Mundo», diremos que el avasallamiento de nuestras culturas americanas por acción de las potencias europeas, nada tiene que ver con una dialéctica entre cultura y tecnología, sino que responde al modelo social que desde hace 500 años hasta hace poco tiempo, se desarrolló al calor del oscurantismo y de las instituciones absolutistas. Tal fenómeno fue histórico, político y social y para nada un largo evento en el que se comprometieron los pueblos y las clases populares de Europa , a la sazón tan oprimidas como en otras partes del mundo.

Por lo demás, tanto los humanistas europeos, como luego los humanistas de América, sufrieron la misma persecución en ambos continentes, hasta que pudieron hacer su aporte al cambio revolucionario, también en ambos continentes.

Pero hoy, nuevos peligros amenazan a Latinoamérica y particularmente a este país de perfil cultural singular que es México. ¿Estableceremos una equivocada dialéctica entre cultura y tecnología o pondremos de relieve nuestra idiosincrasia vigorosa, alcanzando a otras regiones que hoy parecen monopolizar la ciencia y la técnica? Estos temas, de enorme importancia, no pueden ser soslayados sin reflexión, por ello es que propongo la formación de una comisión de estudio que lleve estas inquietudes a lo largo y ancho de toda América, propiciando la realización de una conferencia permanente para discutir la relación entre cultura y tecnología en el año 1992, año en que se conmemoran los 500 años del desembarco europeo en América. Hoy como entonces, comienza una lucha que debe ser considerada en toda su amplitud y creo que debe ser México, precisamente, el centro físico y cultural de ese debate.

Ciudad de México
7 de Julio de 1991
Presentación realizada en el foro «Humanismo y Nuevo Mundo»
en la Universidad de Bellas Artes de Ciudad de México.

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