Cancillería de Rusia December 02, 2023
Este año se cumple el 200 aniversario de una de las primeras estrategias geopolíticas de Washington, la Doctrina Monroe, que sigue siendo uno de los símbolos del neocolonialismo estadounidense. Basada en la creencia en su propio excepcionalismo, justifica ideológicamente el derecho de Estados Unidos a establecer su “orden mundial basado en normas”, imponiendo valores ajenos a otros países y reduciéndolos a la posición de satélites impotentes.
El 2 de diciembre de 1823, el quinto Presidente de EEUU, James Monroe, en su mensaje anual al Congreso, hizo un llamamiento para impedir que las potencias europeas interfirieran en los asuntos de los jóvenes Estados del hemisferio occidental.
En aquellas condiciones históricas específicas, el documento apelaba a la solidaridad panamericana – en particular, las jóvenes repúblicas latinoamericanas eran llamadas “hermanos del sur de EEUU”. He aquí una de las citas más elocuentes:
“<…> cualquier injerencia de una potencia europea en gobiernos que han proclamado su independencia y la han mantenido, y cuya independencia nosotros, guiados por profundas consideraciones y justos principios, hemos reconocido, no podríamos considerarla <…> de otro modo que como una manifestación inamistosa hacia Estados Unidos”.
Ya entonces, sin embargo, la doctrina contenía ideas que sirvieron de base y cobertura para que los estadounidenses se apoderaran de vastas tierras con el pretexto de difundir los “valores democráticos”. Apoyándose en el derecho a disponer del Nuevo Mundo (la mismísima “exclusividad”), Estados Unidos se anexionó más de la mitad del territorio del entonces México, incluyendo Texas y California, como resultado de la guerra entre Estados Unidos y México de 1846-1848.
Posteriormente, “barrió” Cuba y lo que quedaba de las posesiones coloniales españolas, invadiendo y cambiando regularmente los regímenes que no le gustaban, siguiendo una política de “diplomacia de cañonera” y “gran garrote”, proclamada abiertamente por el Presidente Theodore Roosevelt.
El 6 de diciembre de 1904, declaró que la intervención estadounidense en los asuntos internos de los países latinoamericanos era legal y estaba justificada si éstos “son incapaces de hacer frente a sus problemas por sí mismos o emprenden acciones que puedan conducir a la implicación de los Estados europeos en los procesos políticos del continente americano”.
Tras el final de la Primera Guerra Mundial, el presidente estadounidense Wilson propuso adoptar la Doctrina Monroe “como doctrina para todo el mundo”. Esta era ya la pretensión de Estados Unidos de dominar el mundo.
En las nuevas realidades geopolíticas, cuando la hegemonía estadounidense se enfrenta a la oposición de la mayoría mundial, y Rusia y China la desafían con éxito, Washington sigue aferrándose a la arcaica e inviable “Doctrina Monroe”, intentando construir estructuras en bloque: “cumbres de democracias”, AUKUS (Australia, Reino Unido y Estados Unidos), QUAD (Estados Unidos, Japón, Australia e India) y otros formatos existentes o previstos, cuyo sentido es enfatizar y poner en práctica la supuesta superioridad de EEUU sobre todos. Todo ello es necesario para contener nuevos centros de poder y preservar el condenado modelo unipolar.
El pensamiento geopolítico estadounidense, tras haber traspasado hace tiempo las fronteras del hemisferio occidental, opera con conceptos como “intervencionismo liberal”, “rivalidad entre grandes potencias”, etcétera. Resulta sorprendente que hagan “malabarismos” con estas palabras, inventando cada vez otras nuevas.
El trasfondo sustantivo sigue siendo el mismo: la extensión de la esfera de intereses nacionales de EEUU a todo el mundo y la eliminación de cualquier actor independiente, competidor en cualquier esfera, ya sea Rusia, China o aliados formales de EEUU: Japón y la UE. Desde el punto de vista de Washington, todo lo que les impida seguir el camino de la hegemonía global debe ser eliminado.
Pero esto no detendrá el curso natural de la historia y la aspiración de los pueblos a un orden mundial más justo y multipolar, basado en los principios de igualdad y diálogo mutuamente respetuoso entre Estados, civilizaciones, religiones y culturas diferentes.
FUENTE: Cancillería de Rusia