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Instituto Schiller.-
18 de enero de 2024 (EIRNS) — Después de más de 100 días de carnicería en Gaza, en los que el gobierno de Biden ha realizado acrobacias nunca vistas en sus intentos de defender el brutal ataque de Israel contra los palestinos, el secretario de Estado Tony Blinken finalmente dejó escapar la verdad. Durante una mesa redonda en el Foro Económico Mundial de Davos el miércoles 17 de enero, Blinken admitió que la política de Estados Unidos en el sudoeste de Asia no es en realidad defender los intereses de seguridad de Israel, no es ciertamente defender a los palestinos o una solución de dos Estados, y no es ayudar a la región en su conjunto a desarrollarse económicamente y mejorar la calidad de vida de su gente. Se trata simplemente de aislar a Irán, y jugar a la geopolítica en el intento de mantener la imagen de «liderazgo estadounidense».
Imagen de SANA
Para cualquiera que aún no haya descubierto la cuestión implícita que está en juego en el actual conflicto de Palestina, ésta debería ser una afirmación reveladora. Biden y Blinken no están simplemente en deuda con los «extremistas de derecha» de Estados Unidos e Israel, están en deuda con una enfermedad mental conocida como geopolítica, que controla el pensamiento de los dirigentes occidentales, tanto de derecha como de izquierda. La gente y las naciones no son vistas como seres humanos, sino más bien como peones y piezas para mover en un tablero de ajedrez mundial para lograr el resultado deseado, aunque sea feo. La muerte en Gaza puede ser difícil, según Blinken, pero no hay otra opción.
En su intervención en el mismo Foro Económico Mundial, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, reveló una visión igualmente depravada con respecto a China y la dinámica del BRICS. «No es que nos estemos acercando a China, ¡es que China se está acercando a nosotros!», exclamó airado, para denunciar enseguida las supuestas acciones maliciosas de China en África y más allá, como la construcción de cosas peligrosas como «infraestructura crítica». Por supuesto, agregó Stoltenberg, vamos a tener que extender más nuestras fuerzas armadas para proteger los intereses de “la paz y la seguridad mundial” (¡como en Ucrania!). Este es, por supuesto, el verdadero motor del drama en torno a Taiwán.
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El liderazgo occidental está rigurosamente adoctrinado en todas sus instituciones, con pocas excepciones, lo cual proporciona el mecanismo de aplicación de la actual política de neocolonialismo. Sus seguidores están desconectados de las necesidades, deseos y pensamientos reales de las poblaciones a las que supuestamente gobiernan o proporcionan «liderazgo», ya que sus lealtades son fundamentalmente hacia otra cosa.
Es esta mentalidad infrahumana la que ahora rechazan rotundamente las poblaciones de todo el mundo. Los dos casos recientes, la lucha de Sudáfrica contra el genocidio en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) y las protestas de los granjeros en Alemania, que ahora se extienden por toda Europa, lo demuestran claramente y arrojan luz sobre la lucha común de la humanidad contra esta depravación particularmente insidiosa. Y simplemente reconocer esto los está desesperando enormemente.
En su Diálogo Semanal por internet del miércoles 17 de enero, Helga Zepp-LaRouche subrayó que esos neocolonialistas son en realidad una minoría, y que el resto del mundo avanza en una dirección completamente distinta.
«La Mayoría Global es el 85% de la población mundial, y está decidida a apostar por un nuevo sistema económico que permita el desarrollo económico de todos ellos. Trabajan con China, porque su ascenso les ha proporcionado una alternativa al modelo imperial neoliberal occidental. Y en vez de decir: ‘¿Cómo podemos hablar con estos países, cómo podemos cooperar y resolver juntos los problemas del mundo?’, Occidente trata de mantener su posición unipolar, que, en todo caso, ya perdió de manera irreversible, pero que no lo quiere admitir».
Lo que hace falta, subrayó Zepp-LaRouche, es solidaridad y acción. Obviamente necesitamos un cese al fuego inmediato, una conferencia de paz, una solución de dos Estados y un Plan Oasis para el Sudoeste de Asia, pero necesitamos más que eso. La gente debe apoyar a los granjeros, reconocer que su lucha es contra las mismas estructuras y el mismo sistema que es responsable de tantos otros males en el mundo, y activar su corazón para encontrar una causa común y universal que debe elevar a la humanidad y rechazar las viejas y mezquinas formas de la geopolítica.
«Tenemos que pasar a un paradigma completamente nuevo en el que trabajemos juntos como la única humanidad y acabar con la idea de que Rusia, China y el Sur Global son el ‘enemigo’ de la humanidad, porque no lo son», concluyó Zepp-LaRouche.
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