Estudio sobre el Siglo XX (VIII). Roma

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Hacia el 2.000 a.C. tuvo lugar la inmigración de las tribus Indoeuropeas de los pueblos a los que se da el nombre común de Itálicos. Llegaron luego los Ilirios, entre los que se cuentan los Venetos. Entre la inmigración Itálica e Ilírica, hacen su aparición los Etruscos, ese extraño pueblo no Indoeuropeo. Las obras de arte Etruscas, evidencian el influjo Griego, pero evidencian un nuevo sentido frente al mundo.

Roma, fundada en el año 753, fue señorío Etrusco durante mucho tiempo. Los romanos posteriores negaron el carácter y la influencia de los etruscos en ellos, llegando a borrar su memoria.

Las llamadas «secesiones» de la plebe eran huelgas generales contra la minoría, declaradas por la mayoría, que se negaba a hacer el servicio militar.

Hacia el 390 a.C., tribus bárbaras de Latinos, Etruscos y Celtas incendiaron Roma. Roma se rehizo velocísimamente.

Los Patricios demostraron una gran habilidad en el arte de compensar con privilegios económicos todas sus concesiones jurídicas.

Cuando la heredad de los plebeyos no podía ser ya repartida, sus hijos descendían a la categoría de indotados, de «proletarios», es decir, de individuos cuyos derechos civiles se fundaban en la ascendencia exclusivamente, no en la posesión de la tierra.

La creciente influencia de los plebeyos sobre el patriciado, es una línea recta de demandas enérgicas y de concesiones leves.

La política guerrera de Roma, surge como la de Atenas tal vez por una ambición y una necesidad: de la voluntad de dominación por una parte, y de la necesidad de dar ocupación a la creciente población y oportunidad de enriquecerse y elevarse.

Hacia el 260 A.C. disponía Roma de 280.000 hombres aptos para el servicio de las armas, lo que suponía una población superior al millón de habitantes, en la que el número de esclavos y clientes equivaldría más o menos, al de los ciudadanos armados.

Las guerras Púnicas, es decir, las guerras contra los Fenicios, comenzaron con un pacto de defensa. Roma venció en la primera guerra porque acertó a herir a Cartago en el punto en que se consideraba más invulnerable, su poderío marítimo. Cartago cedió a Sicilia.

Si Roma pudo adiestrarse en la campaña marítima, ¿no podía hacer otro tanto Cartago entrenándose en la lucha terrestre? Aníbal sometió a las tribus Ibéricas de España, haciendo de este país el contrapeso económico a la pérdida de las Islas. Aníbal reforzó su ejército con los enemigos de Roma, pero fue vencido por Escipión. Como contraofensiva España fue conquistada por Roma.

Roma pudo finalmente prescindir de la tributación directa de los ciudadanos. El extranjero empezó a nutrir a Roma.

Durante la segunda guerra púnica murió la mitad de los ciudadanos romanos en los campos de batalla (146 a.C.). Si los Romanos pensaron en que un exceso de población era peligrosa para la estructura social, su matanza fue una de las más inteligentes maniobras.

La población rústica libre, quedó reducida a su mínima expresión, restringiéndose la agricultura, para hacer sitio a la ganadería y a las grandes villas y posesiones. Con esto los campesinos exhaustos, afluyeron a la capital en forma de proletariado, ya incluso en el sentido moderno de la palabra. Fue este un material humano bien recibido por los políticos ambiciosos. Con procurarle habitación mísera, alguna ropa y un par de monedas, podía convertirle en dócil seguidor. Se abarató la mano de obra y finalmente no hubo ya cargo posible sino rebaño votante y escolta de hampones. Hubo como compensación, reparto de cereales, con donación de alquileres, y juegos circenses.

En la época de los Gracos estamos en pleno Racionalismo político y estallan las primeras revoluciones entre plebeyos y patricios.

La soldadesca preludiaba en la elevación de los héroes militares (corría el 130 a.C.). Por la misma época tuvo lugar un levantamiento de los siervos de la tierra de los feudos Sicilianos, y también en Grecia hubo disturbios de este tipo. A 300.000 Romanos adultos se enfrentaban entonces 600.000 aliados Itálicos. El problema entre urbe y agro se acrecentó… Mario, ídolo del ejército, era la esperanza de los populares que se alzaron contra el partido senatorial con una orientación política definida. Pero Mario fue atado finalmente al partido senatorial. Los aliados Itálicos intentaron independizarse de Roma y el Senado como de costumbre hizo la gran concesión: todos los itálicos quedaron convertidos en ciudadanos romanos. Llegó pues a 900.000 el número de ciudadanos romanos que vivían en la Italia propiamente dicha.

Con la muerte de Mario (86 a.C.) quedó sin jefe la revolución capitalista-popular, en el momento que había vencido el régimen de privilegio aristocrático.

Sila fue nombrado dictador con plenos y extraordinarios poderes y llevó a cabo el último intento para reconstruir el Estado Romano con un espíritu de privilegio aristocrático, viéndose favorecido en su empresa por el hecho de que la asamblea popular de Roma veía grandemente menoscabada su fuerza como factor político con la extensión de los derechos de ciudadanía a toda Italia. Se exaltaron los poderes del Senado y se vedó a los tribunos el acceso a las altas dignidades. Aún vivía Sila cuando volvió a encenderse de nuevo la guerra civil. Las confiscaciones y redistribuciones de tierras hechas por Sila habían traído consigo un enorme aumento del proletariado. Los actos de bandidaje y asalto adquirieron proporciones tan aterradoras que el Cónsul Lépido, partidario de Sila intentó en el 78 atenuar la miseria aunque su golpe de Estado fracasó. Se restableció el reparto de cereales y sin embargo la situación se descargó en el primer levantamiento de esclavos que después de Sicilia y Grecia debería conocer Italia. Encabezados por Espartaco se alzaron en primer término los trabajadores de la tierra del sur, siguiéndoles luego los de la Italia Central. El elemento más vigoroso estaba constituido por Celtas y Germanos prisioneros de guerra a los que, como Espartaco mismo, se dedicaban a gladiadores. Después de dos años de lucha, Craso, general de Sila, consiguió aniquilarlos. Pompeyo como Craso se adhirió al partido popular. Sofocó la rebelión de España atizada por un lugarteniente de Mario y acabó con la piratería de los sucesores de los Imperios Orientales. Luego se le confía la pacificación del Oriente. A Siria se le agregaron las provincias del Ponto, de Bitinia, Cilicia, y el Asia, ganando para Roma doce millones de vasallos. Los tributos y contribuciones aumentaron a la mitad. Quedó Pompeyo convertido en el primer ciudadano de Roma pero licenció sus soldados en el momento en que un hombre recogía las viejas aspiraciones social-revolucionarias: Catilina. Fue vencido por Cicerón en el 63 a.C. El Senado había vencido nuevamente. Pero los populares tenían de su lado a Cesar, Pompeyo y Craso que fundaron un triunvirato en el 60 a.C. Cesar reclamó para sí el gobierno de ambas Galias y el Illyricum, con las correspondientes regiones. Rechazó a los Germanos. Separó de ellos a los Celtas, se aprovechó de las rencillas internas de los Celtas mismos y logró disponer la romanización de la Galia. Pompeyo, a quien había correspondido España, la hizo gobernar por delegados, permaneciendo él en persona en Roma, acercándose al partido del Senado. Cuando la soldadesca armada de los partidos creó en Roma una insoportable situación, se hizo otorgar la dictadura. A la propuesta de Pompeyo, sobre la disolución de sus tropas, respondió Cesar con el avance sobre Roma. Cesar somete España, vence en Farsalia (48 a.C.). Pompeyo como fugitivo, es asesinado en Egipto. Cesar conquista a Cleopatra y con ella el Imperio de los Tolomeos para Roma. Desde el año 48 es dictador y tiene en sus manos los poderes tribunicios, es nombrado luego Dictador por 10 años, y finalmente, en el año 44 Dictador Vitalicio, cabeza indiscutible del Imperio Romano. Concentró en sus manos los dispersos poderes de las nacionalidades avasalladas y recogió en unidad el conglomerado de lenguas y de pueblos. La continuación del Imperio Helenístico Oriental y la formación de la nueva conciencia occidental fueron concentradas en el primera capital del mundo, Roma, y el primer Imperator (sin ese nombre) hacia el 44, año en que fue asesinado. Donde quiera fundó colonias para que la ciudadanía romana se extendiera por todo el Imperio.

La monarquía militar había llegado a ser un hecho en Roma. El triunvirato formado luego de la fuga de Bruto y Casio siguió el mismo ritmo de discordia interior que el anterior, aquel de Pompeyo Craso y Cesar. Como entonces, éstos, Lépido Antonio y Octavio, riñeron por el poder hasta que Octavio venciendo a Antonio en Egipto fue acumulando en sus manos la suma del poder con el título de Príncipes. En principio a Antonio le correspondió el Oriente, a Octavio el Occidente, y como Italia debía quedar neutral, se contentó a Lépido con África.

Hacia el 37 a.C. Octavio devuelve al Senado los poderes extraordinarios que le habían otorgado. El Senado le confió el mando de las legiones y le concedió las provincias fronterizas, concediéndole además el título de Augusto.

Por primera vez en 200 años bajo Augusto puede cerrarse la puerta de la guerra del Templo de Jano. Con este hombre, lejos de todo lo demoníaco dio fin la época de las revoluciones y comenzó la desilusión en Roma.

Augusto, en contraposición a Cesar concibió este Imperio como algo por completo Romano no como un conjunto a la manera Helenística-Alejandrina-Oriental. Por eso hizo de la Capital, Roma un verdadero centro universal. Los más costosos edificios se acumularon allí. Donde primero rindió las armas lo romano en la lucha por su independencia espiritual, fue en las artes plásticas y en la filosofía.

En las provincias fronterizas se habían acantonado ejércitos permanentes de Mercenarios. En Roma misma la única fuerza armada, era la guardia personal de Emperador: los pretorianos. Los funcionarios elegidos en las asambleas populares fueron sustituidos por funcionarios profesionales preparados especialmente en su técnica según el ejemplo de las monarquías Helenísticas.

El Senado Romano se fue convirtiendo en un Consejo de Estado al que tenían acceso todas las personalidades distinguidas del Imperio. Florecieron la industria y el comercio, se perfeccionaron las vías de comunicación maravillosamente.

El estilo Romano se mantuvo en Occidente en la milicia, en el Derecho, en la administración. En Oriente lengua y cultura eran predominantemente griegas.

Lo que se había llevado a término en Italia durante la época republicana, es decir, la italianización de elementos étnicamente distintos, tenía lugar igualmente en el Gran Imperio Universal: la unificación exterior de los diversos pueblos.

El Latín (en Oriente el griego) llegó a ser para ellos el lenguaje culto junto a su idioma vernáculo y aún por encima de él.

La romanización de Galia, fue también una helenización, más vigorosa aquí que en ninguna otra región de Occidente. Desde el punto de vista de la génesis del espíritu francés es esto especialmente importante.

Britania nunca llegó a ser totalmente colonizada, desarrollándose especialmente como región exportadora de granos, ganado, metales y esclavos. Parecido régimen se había establecido en las zonas de la Germania ocupadas permanentemente. Esto tuvo grandes consecuencias para el Imperio por la exportación de soldados.

En medio del auge general, no salió bien librada Grecia. La despoblación hacía estragos, así como la discordia y la atomización endémica.

Siria hacía de intermediaria en el comercio con el Asia central hasta la misma China cuya seda cruda era bien conocida. Egipto había establecido relaciones comerciales con Arabia y la India. Por primera vez se hizo posible en el mundo mediterráneo un tráfico ejercido normalmente a través de muchas generaciones. Los transportes por tierra y por mar estaban grandiosamente organizados y corrían a cargo de poderosos gremios y ligas.

Se observa el descenso en el número de nacimientos. Las grandes urbes absorben con su crecimiento el caudal humano del agro, destruyendo en él los restos de economía doméstica. A Roma afluían griegos, orientales, galos, españoles, eslavos e ilirios… esclavos libertos, soldados licenciados, reclutas. Todos querían probar suerte en la gran ciudad.

El horror al matrimonio y a la prole, se desarrollaron en las ciudades, siendo cosa corriente el infanticidio y el aborto provocado. El desgano de la vida familiar y la desesperanza de alcanzar una posición con el simple trabajo manual estaban en íntima acción recíproca. Desde el momento en que el Imperio estaba constituido de municipios, la «urbanización», como fenómeno social-histórico tenía incluso su base jurídica constitucional. Los labradores quedaban excluidos, no tenían realidad jurídica. Eran pues un elemento que entraba en proceso de disolución.

Resultado: miseria, superproducción, exceso de mercancías y acumulación en pocas manos de caudales cada vez mayores… los emperadores fueron incapaces de estimular políticamente, de una manera activa y positiva, a las masas. Vino por fin, el levantamiento de los rústicos bárbaros contra el aparato que fallaba: contra el régimen urbano.

El primer culto oriental se instaló en Roma ya en el año 204 a.C. Colector, escala y centro exportador de religión era la gran Alejandría Egipcia, donde el Griego topaba con el Judío y el Persa con el Budista índico. Los dioses egipcios se hacían desde allí a la vela, con los cargamentos de trigo por todos los rumbos del Mediterráneo. Osiris, Isis y Horus constituían una de las muchas trinidades que iban haciéndose populares. El Zorohastrismo se difunde por oriente. Mithras hizo sus prosélitos entre los oficiales y soldados imperiales entre los funcionarios del aparato postal tributarios y aduanero, que eran enviados constantemente o trasladados de un lado a otro y constituían una verdadera multitud dentro del Imperio, que, vinculada entre sí por la devoción de Mithras, dondequiera se encontraba en su casa.

Al irrumpir en Siria los Partos (40 a.C.), restauraron el reino de Judá reconociendo los romanos a Herodes el Grande, como rey para asegurarse su apoyo. La idea del Mesías en su contenido político, era decisiva: el Mesías de la Casa de David, aniquilaría a los infieles, restauraría el reino de Israel y haría de su Jerusalém el corazón del Mundo.

El Cristianismo había formado su jerarquía desde los obispos, equivalentes a funcionarios del Imperio profano, llegando a ser los jueces que decidían y sancionaban en las cuestiones del credo. El ingreso y la participación en los sacramentos debían ser cuidadosamente reglamentados. La Iglesia comenzó a luchar. Profetas y mártires dieron fe de su santidad y su misión.

Los gnósticos intentaron una especie de cristianismo de selección, con un esoterismo de minorías que de un modo misterioso participaba sacramentalmente en la deificación pero al cabo suponía para el cristianismo un peligro.

El Imperio Romano del Mediterráneo, vio crecer una fuerza que surgía de Oriente. Religiosa en principio se orientaba políticamente como réplica al Imperio Romano.

La réplica histórica de la Iglesia Cristiana es probablemente el Germanismo. Celtas y Germanos eran los parientes más próximos dentro del mismo movimiento. El poder de los Celtas alcanza su culminación hacia el 400 a.C. Dominaban entonces en un territorio que se extendía desde España hasta Irlanda, alcanzando la línea del Elba y el valle del Po. Es seguro que habían estado anteriormente en Alemania, desplazándose desde aquí hacia Francia y Britania, hacia los Alpes, los Balcanes y el Asia Menor entrando en contacto con el mundo Romano-Helenístico.

La más antigua sede de los Germanos, la encontramos en las costas Alemanas del Báltico y el Mar del Norte, llegando por el sur hasta la región central montañosa y por el norte hacia Suecia por Dinamarca. La migración fue una de las características de la vida Germánica. Entre los Germanos, hombres y mujeres no comían en la misma mesa. El carácter de liga y asociación imperó largo tiempo en la vida pública. Por encima sólo estaba la comunidad popular de todos los hombres libres aptos para el servicio de las armas que decidía sobre la paz y las cuestiones de legislación. Constituía a la vez la asamblea de las fuerzas armadas: el ejército. Jueces, Duques y monarcas eran elegidos por la asamblea popular. Cuando el rey era inepto, se lo mataba sencillamente.

La Germania «libre» y la Germania bárbara estaban separadas por el «Limes», con sus plataformas castilletes y atalayas que la presión bárbara hizo reventar. La penetración de los Germanos, sin embargo, se realiza en virtud de un procedimiento pacífico: por la recluta en las legiones. Ya Augusto había recurrido a la recluta de españoles y galos. A los soldados licenciados se los establecía como colonos. Augusto proporcionó tierra a 90.000 bárbaros y Nerón a 100.000.

Decisivo fue que dentro del mundo pacífico de la Cultura del Imperio el ejercito llegara a constituir el verdadero factor de poder.

La población culta y gozadora de las grandes urbes se creían protegidas por él y creían en su obediencia. La realidad fue que cualquier caudillo militar que dispusiera de unas cuantas legiones provinciales podía aspirar a intervenir directamente en la política del Imperio. De modo impresionante se evidenció esta verdad con motivo de los cambios de trono por los años 68 a 69. Para ser emperador había que atraerse al ejército, pues acabó el ejército nombrando al Emperador. Sólo con dos cosas podían ganarse al ejército: con tierras y con dinero. El ideal romano de Augusto se manifestó una vez más, la última. En un español precisamente: Marco Vulpio Trajano. En esta figura se personifica lo más sublime que podría realizar el genio romano. El Imperio universal, según su concepción, no podía ser algo estático: necesitaba crecer aún. Bajo su imperio alcanza Roma su mayor extensión. Pero muere dejando una herencia de conflictos. Adriano, su sobrino no quiso continuar la obra del gran Emperador. Con plena conciencia de sus actos, dejó a un lado toda ambición Imperialista. Quería la paz del orbis: la seguridad y el bienestar. Se atrajo a las masas rápidamente. Apasionado de Atenas hizo de ella su segunda Corte: fue el último gran ciudadano de Atenas. Marco Aurelio, su sobrino y sucesor, era un temperamento reflexivo. Su muerte cierra la era dorada de «los buenos Emperadores».

El Oriente se derrumba sobre Roma y la inunda. Las emperatrices sirias logran convertir en Emperadores a sus descendientes. Se inicia la época de los Emperadores soldados. El ejército los ponía y los quitaba. Ahora bien, el ejército ya no tenía unidad. Españoles, sirios y africanos habían sido Emperadores. Vino el resto: un tracio, un árabe varios ilirios. También el Senado nombró Emperadores. Surgió el Imperio neopersa de los Sasánidas. Roma se sintió amenazada. Aureliano hizo construir una muralla nueva. Mientras en Oriente la economía dineraria pudo mantenerse, en Occidente sobrevino el desastre. La gente huyó al campo desesperadamente. Diocleciano intentó salir del paso, estableciendo un tope a la carestía al que respondería el nuevo nivel de sueldos y jornales. Poco se consiguió. No quedó otro remedio que introducir la tributación en especie, viraje decisivo, que trajo consigo la desintegración económica.

La Iglesia desarrolló la organización de comunidades y parroquias calcando el régimen del Estado. Fue creciendo en las provincias y en las «diócesis». Donde quiera había ya Cristianos: entre los oficiales, entre los funcionarios, en la Corte y especialmente entre las mujeres. Todas las misteriosas manías del esoterismo Oriental reviven en la minucia de la Teología Especulativa Cristiana. La doctrina de Arrio no triunfó y Atanasio demostró que Cristo tenía una naturaleza divina. El Imperio pagano se convierte en Imperio cristiano por voluntad de Constantino el Grande hacia el 320, luego de la firma del tratado de Milán. Diocleciano había ya separado el Imperio Romano de Occidente del Imperio Romano Oriental, estableciéndose en Bizancio hacia el 280.

El Papado Cesáreo se anuncia: un Imperio un Monarca, una Iglesia y un Dios. El Imperio de Constantino supone la consumación de una Autocracia al mismo tiempo profana y religiosa. La voluntad del Monarca es la voluntad de Dios. El emperador es fuente exclusiva del Derecho. La administración civil es desvinculada del fuero militar y las provincias son inspeccionadas por confidentes del emperador. Ya Diocleciano estableció un rígido y pomposo ceremonial. Todo eso fue perfeccionado por Constantino. Tenía cuatro cancillerías distintas: una para el gobierno del imperio; para las órdenes y decretos del gabinete; para política exterior; para justicia y administración. Los funcionarios cambiaban a menudo y actas que salían de sus manos llegaban hasta el techo colmando los archivos del imperio. Hasta los abogados ante los tribunales eran funcionarios. De todo esto surgió una sociedad vigilada minuciosamente internamente, rígida, subordinada al poder Imperial y atemorizada por penas durísimas. El Emperador legó a la posteridad la urbe que durante siglos llevaría su nombre: Constantinopla. Esta fundación significa la renuncia a Roma. Bizancio se desarrolló como fortaleza terrestre y marítima, en un mercado de dos mundos. Centro y corazón del Imperio en la disposición de sus vías y en los edificios públicos, fue una nueva Roma concebida según la antigua. Siguió siendo Constantino Pontífice Máximo tanto de paganos como de cristianos.

El cristianismo y la idea del Imperio Universal habían coincidido. Constantino germanizó por completo al ejército. Predominaban los bárbaros en los puestos de mayor responsabilidad. El Imperio Romano de Oriente, con su Iglesia Oriental Cristiana, estaba amenazado por los germanos.

En el 476 concluye el Imperio Romano de Occidente y se proclama rey de Italia a Odoacro.

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