Hugo Novotny.-
Ponencia presentada en el Congreso Internacional “Relevancia de las culturas tradicionales en el presente y el futuro”, organizado por el India International Centre, Nueva Delhi, 24-26 de Marzo 2014.
Un nuevo horizonte espiritual para la humanidad
EEUU, y la Unión Europea están perdiendo gradualmente sus posiciones dominantes en el mundo. Al mismo tiempo, países poderosos como Brasil, India y China no intentan imponer sus valores políticos y culturales a otros menos desarrollados, sino más bien basar sus relaciones en una cooperación de mutuo beneficio. Así, el nuevo sistema de relaciones internacionales en gestación a partir del crecimiento de las naciones asiáticas, latinoamericanas y africanas está comenzando a reemplazar la fragilidad de la dependencia y el servilismo colonial históricos por la potencia del acuerdo y la convergencia de intereses. Hecho que abre ante la crisis mundial en curso una esperanzadora oportunidad de cambio de dirección en los acontecimientos globales.
En las relaciones internacionales, el nuevo paradigma que se va configurando podría definirse como la fuerza del acuerdo, la reciprocidad y la convergencia en la diversidad, ante el fracaso de las hegemonías y la homogeinización. En nuestra opinión, el futuro de dicho paradigma depende de que ninguno de los actores en juego intente imponerse, ni económica ni culturalmente, sobre el resto.
Pero la crisis global que estamos atravesando exige un profundo cambio en el modelo mismo de desarrollo. Asia, Africa y Latinoamérica no pueden seguir los caminos recorridos por EE.UU. y Europa de promoción de falsas libertades al costo de la fractura social, de consumo para todos, endeudamiento para la mayoría y acumulación para unos pocos. Una visión radicalmente diferente debe ser definida. En otras palabras, es imprescindible un paradigma social totalmente nuevo en el cual la idea de desarrollo no signifique sólo crecimiento económico, como es el caso en los modelos impuestos hasta hoy por los poderes centrales, sino que debe plantear el desarrollo integral de todos los seres humanos basado en la comprensión esencial que “el progreso de unos pocos termina en progreso de nadie” (Silo, 2004).
En el continente latinoamericano, el ascenso al poder de Evo Morales como primer Presidente de origen nativo en Bolivia marcó un punto de inflexión en la historia de las Américas, una señal indudable del comienzo de nuevos tiempos para todo el continente. La creación de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y la Comunidad de Estados de Latinoamérica y el Caribe (CELAC) muestra la resolución de avanzar hacia una real integración y marca el decisivo alejamiento de Latinoamérica de la órbita de influencia política, económica y militar de los EEUU.
En nuestra opinión, este fenómeno está, entre otros factores, estrechamente relacionado con el resurgimiento espiritual de las culturas originarias a lo largo y ancho de Latinoamérica, alcanzando una intensidad particular en Bolivia y el noroeste de Argentina, Ecuador, Guatemala y México; aunque en este último país el proceso se desarrolla en abierta confrontación con el gobierno nacional y los intereses estadounidenses en la región. En el caso de Brasil, también podemos apreciar el resurgimiento de una espiritualidad originaria muy diversa con raíces afro-americanas, aunque sufriendo una descarnada persecución por parte de las iglesias cristianas pentecostales, fuertemente vinculadas a importantes poderes económicos y mediáticos del país.
Este crisol de culturas latinoamericano está inmerso en una atmósfera espiritual común, en una sensibilidad que valora altamente el vínculo con la tierra (la PachaMama), la coexistencia armónica y recíproca entre los seres humanos y la naturaleza; la convergencia en la diversidad de culturas (interculturalismo); el derecho de las comunidades sociales y étnicas a su autodeterminación; la salud y educación pública y de calidad para todos con un enfoque intercultural; la integralidad de cuerpo, alma y espíritu para el Buen Vivir (Suma Qamaña) de individuos y comunidades.
Encontramos una fuerte resonancia entre esta sensibilidad originaria latinoamericana y las culturas milenarias del Asia. Especialmente con aquellas corrientes espirituales que desarrollaron grandes escuelas de pensamiento y prácticas místicas altamente inspiradoras, tales como las múltiples ramas del Shivaísmo, el Budismo y el Taoísmo. Escuelas que también promueven la coexistencia armónica entre seres humanos y naturaleza, la integralidad de cuerpo, alma y espíritu para el bienestar y autodesarrollo de cada ser humano, el acceso a la experiencia profunda del Absoluto. Escuelas que se han expandido a través de los siglos por el continente asiático y mucho más allá; y que hoy están intentando hacer su aporte a los nuevos caminos que se abren en este siglo XXI, en el inicio de una nueva espira evolutiva del ser humano.
Las particularmente ricas y diversas tradiciones culturales del Africa, cuna de la humanidad, también están llamadas a ser relevantes para la superación de la crisis global, contribuyendo al necesario proceso de transición con elementos progresivos que puedan ser la base para la siguiente etapa evolutiva. Es el caso del Ubuntu, concepto que resalta la íntima interconexión entre todos los seres humanos, definido usualmente como “yo soy porque nosotros somos”; así como muchos otros componentes de la sensibilidad ancestral africana.
A estas alturas, la comunidad mundial debería ya comprender que la expansión de un país o cultura a expensas de otros se debe acabar. La expansión en horizontal ha agotado su ciclo histórico. Es imprescindible tomar la vía vertical: la exploración y desarrollo del espacio cósmico y las profundidades oceánicas, pero a través de esfuerzos compartidos en función de beneficios comunes. Y sólo utilizando el mismo enfoque, en lugar de la competición, se podrán resolver los problemas de pobreza, hambre y hacinamiento, brindar salud y educación a un nivel digno para todos. No estamos pensando solamente en acuerdos internacionales orientados al desarme, sino en un real cambio de mentalidad desde la habitual filosofía de la violencia y la confrontación hacia una nueva cultura de la no violencia; desde el concepto de “choque de civilizaciones” (Huntington, 1996) hacia un verdadero diálogo de civilizaciones, una real convergencia en la diversidad de pueblos e intereses.
Otra cuestión merece muy especialmente nuestra atención. Tan pronto como el ser humano salió de los límites de la Tierra y vió con sus propios ojos nuestro frágil planeta flotando entre millones de estrellas y galaxias, tomó real conciencia de que no hay fronteras separando a los pueblos; sintió, profundamente en su corazón, un inefable amor hacia la vida humana y toda criatura existente en el Universo. Un sentimiento capaz de inspirar en las personas un cambio de visión del mundo y de comportamiento, en dirección a la humanización de la Tierra.
En el mismo sentido, vemos a la conciencia humana intentando en este preciso momento liberarse del corsé que le impone la temporalidad lineal y descubriendo la simultaneidad, la resonancia, la sincronía, nuevas leyes y fenómenos de los sistemas complejos no lineales y la física cuántica que están modificando radicalmente nuestro modo de estructurar la realidad.
Nos parece fundamental reflexionar acerca de las consecuencias de una conciencia humana liberada de los límites impuestos por los determinismos naturales, espaciales y temporales de su prótesis física. Y no estamos hablando solamente de la experiencia de vivir en ingravidez, o de algunas tecnologías sofisticadas como la realidad virtual o la telepresencia. Nos estamos refiriendo también a la posibilidad real de que la conciencia humana, en un acto valiente e intencional, decida romper sus contradicciones internas, llenar su corazón de amor y compasión hacia todo lo viviente y volar… hasta ganar la suficiente unidad interna que le permita proyectarse más allá del cuerpo y el tiempo.
En nuestra opinión, una nueva espiritualidad que sea capaz de incluir generosamente lo más progresivo de las extremadamente diversas culturas y tradiciones a lo largo y ancho del mundo, sin limitar sino más bien resaltando la identidad de cada nación; una espiritualidad que, al mismo tiempo, incluya el lenguaje tecnológico y las experiencias de un ser humano volando a través del espacio cósmico, puede ser el más adecuado vientre incubador de una nueva civilización humana. El acceso directo e irrestricto a la experiencia de lo Profundo, lo Innombrable; el contacto con la fuente de lo Sagrado en la interioridad de cada uno y sin intermediación; la posibilidad de compartir esta experiencia fundamental entre gente perteneciente a diferentes culturas y confesiones, pueden ser significativos elementos para la nueva espiritualidad de una nación verdaderamente humana y universal.
El pensador, escritor y guía espiritual latinoamericano Silo (Mario Rodríguez Cobo, Mendoza, Argentina, 1938-2010), fundador de la corriente de pensamiento denominada Humanismo Universalista, habla en su Mensaje acerca de la necesidad de una espiritualidad para todos donde “al sin-sentido de la vida se lo convierte en sentido y plenitud” sin limitaciones ni condiciones externas; una espiritualidad que pone énfasis en la “alegría, el amor al cuerpo, a la naturaleza, a la humanidad y al espíritu”, donde “no se opone lo terreno a lo eterno”. El Mensaje de Silo habla del camino hacia “la revelación interior a la que llega todo aquel que cuidadosamente medita en humilde búsqueda” y muestra cómo “manejar la Fuerza, a fin de lograr unidad y continuidad” más allá de la existencia física; habla de la esencial prioridad de aprender a “superar el dolor y el sufrimiento en ti, en tu prójimo y en la sociedad humana”, a “resistir la violencia que hay en ti y fuera de ti”, a “reconocer los signos de lo sagrado en ti y fuera de ti”. Silo sugiere: “no imagines que estás solo en tu pueblo, en tu ciudad, en la Tierra y en los infinitos mundos”, “no imagines que estás encadenado a este tiempo y a este espacio”.
El mundo totalmente interconectado en que vivimos hoy hace posible y necesario avanzar hacia una civilización intercultural común. La interacción colaborativa y recíproca entre culturas y naciones, los métodos no-violentos de transformación social, la real participación de la gente en la toma de decisiones socio-políticas claves, permitirán la integración de las diversas comunidades como vanguardia de la nación humana en desarrollo.
En nuestra visión, la experiencia de lo Profundo, por su enorme potencial inspirador y transformador, es verdaderamente capaz de abrir un nuevo horizonte espiritual, indispensable para la realización de este paradigma.
Hugo Novotny
Parque de Estudio y Reflexión Carcarañá
Argentina / www.parquecarcarana.org
Marzo 2014