unsplash.com
Hablando de la civilización china clásica que influye de un modo tan marcado sobre la sociedad del Lejano Oriente de hoy, es necesario observar que precisamente el humanismo formaba su base. Hay que destacar que no fue aquel mismo humanismo con el cual nosotros tenemos el caso en Europa a partir de la época del resurgimiento. El humanismo europeo fue herencia de la gran edad antigua, su fundamento fue la libertad de la personalidad, su ideología tiene por origen la obra de Sócrates, y sus logros más grandes los presenta de un modo sobresaliente Batkin [1], eso me libera de la necesidad de tratar este problema en detalle.
El humanismo de China antigua fue distinto, era un medio para crear una sociedad armónica. El estado organizado de modo paternalista. En este sentido el hombre de China antigua fue orientado no tanto hacia la personalidad, aunque se le concedía gran importancia ante todo en el aspecto de su auto-perfeccionamiento ético. Recordemos el ideal de Chun-Tzu, más bien este humanismo fue orientado al socium. El pensamiento de China antigua era sin duda alguna un pensamiento autoritario, porque se apoyaba por entero en el prestigio, engrandecido artificialmente con objetivos didácticos, de grandes sabios de la antigüedad, a partir de Yao, Shung y Yui. Se trata de la autoridad del supremo ideal, de la autoridad del dogma inconmovible, lo que correspondía a la mentalidad de los antiguos chinos que no tenían sistema religioso desarrollado, y que llenaban ese vacío esencial con construcciones éticas. Estas grandiosas construcciones están ligadas al nombre de un sabio muy grande y de la persona más grande para los chinos, el padre de la nación, el venerado maestro Confucio.
Confucio (551-479 a.C.) fue el profeta menos religioso de entre todos los profetas más ilustres de la Antigüedad, a partir de Zaratustra y hasta Mahoma. Confucio no recibía la profecía religiosa como tal, tuvo una actitud escéptica con respecto a todos los dioses y de todas las deidades destacaba sólo al gran Cielo, que interpretaba como al Cosmos que regula todo. A Confucio no le interesaban los problemas de la mística y de la naturfilosofía, de la vida y de la muerte. Pero Confucio era un gran moralista y su moral no era propia de los lineamientos éticos de propagadores de tal o cual religión. La moral de Confucio fue autosuficiente y eficiente de por sí. Cabe observar que esta era una tradición en la China del período de Chou, desde los fines del siglo XI antes de nuestra era, cuando un sabio, Tchou-gun, expuso su brillante idea sobre el mandato del Cielo: que el Cielo da, a aquellos que tienen mucha bondad, -«Te»-, virtud y poder, y los quita a aquellos que han perdido su propia «Te». El Cielo entrega el derecho al poder en el imperio a aquellos que poseen mayor cantidad de este principio «Te». Esta idea acerca del dominio del Cielo orientó a los habitantes del reino de Tchou, por largos siglos. De este modo, quinientos años antes de Confucio, fue evidente para el pensamiento antiguo chino que el mundo es movido por la voluntad suprema del Cielo, que se manifiesta en que da el poder a los dignos, a los sabios y a los buenos. El principio del predominio ético estaba en la base de la idea acerca del mandato del Cielo. Por eso a Confucio le tocó elaborar y detallar normas de ética, vinculando estas normas éticas con el ser humano, con el auto-perfeccionamiento de los seres humanos, lo que da a la doctrina de Confucio y a toda la tradición confuciana china, un tinte marcadamente humanista. A Confucio le gustaba hablar de su respeto hacia las tradiciones de la antigüedad, de su veneración de lo antiguo, de su respeto a Tchou-gun y otros sabios antiguos. El consideraba, en general, que no había creado ninguna sabiduría sino que transmitía la sabiduría de los profetas antiguos. Esto no era cosa de un propagador, sino el afán de subrayar la continuidad de una tradición cultural. Sin embargo, en realidad Confucio creo algo nuevo; una doctrina orientada a la educación de las nuevas generaciones en el espíritu de veneración de los antepasados. Aunque esto tiene una importancia primordial, y encarna en la tradición china de un culto muy desarrollado a los antepasados y de reverencia a “Hsiao” [2], esta doctrina más bien fue orientada al mantenimiento y reproducción de aquella tradición y de aquellos principios generales de la vida que fueron detallados precisamente por Confucio. Tengo en cuenta el cultivo de un sentimiento muy agudo del deber, el afán de vivir justamente, auto-perfeccionarse constantemente, observar concienzudamente las normas establecidas y observar sobre todo el ceremonial que establece una disciplina para el ser humano y garantiza la sociedad contra estremecimientos, crea en el mundo un confort espiritual y la estabilidad conservadora.
Apoyándose en la «regla de oro» de la ética humana universal, “No trates a los demás en una forma en la que no quisieras que los demás te trataran”, Confucio trataba de formar en sus discípulos, y a través de ellos en todas las generaciones siguientes, un espíritu de alta prudencia. Para esto fue creado un ideario artificial abstracto de una persona noble, Chun-Tzu, persona ideal. Este modelo de ser humano altamente moral y altamente bueno, que no piensa cotidianamente en su provecho personal sino en el deber supremo, que se consagra a la educación de la humanidad, a la educación de los seres humanos en el espíritu de la justicia y que da a todos el ejemplo impecable del auto-perfeccionamiento constante, del conocimiento y de la reflexión en cuanto a nuevos conocimientos, del saber actuar en cualquier situación sin perder su dignidad, sin que los ideales sean traicionados. Para corresponder a su alto destino, todos debían orientarse en la imitación de este modelo construido artificialmente. Este método, en sí mismo no puede ser considerado como algo específico, como una excepción, sino que por el contrario, es más bien una norma para cualquier doctrina religiosa. Pero la diferencia consiste en que el objeto de veneración y orientación no es el Buda o Cristo, no son monjes, santos, sufíes extravagantes, no son dioses o héroes legendarios. El objeto de veneración es una persona común, que vive junto con nosotros y que se distingue de las demás sólo por las altas normas morales que ella observa en su vida cotidiana.
Existe también otra distinción muy importante: el modelo ideal del ser humano, no fue creado en nombre del ser humano como tal, porque este no estaba en el centro de la concepción de Confucio. El centro de esta construcción era la sociedad armónica, era el Estado bien organizado y bien ordenado, el Estado dirigido por un gobernante digno y sabio y por funcionarios justos y humanos.
Crear tal sociedad y tal Estado fue el supremo objetivo de Confucio. El ser humano bien educado era el medio para lograr este objetivo supremo.
Con el transcurso del tiempo, la doctrina de Confucio, al superar a numerosos rivales y al observar todo lo útil que era posible asimilar de los rivales, sin cambiar los propios principios, se convirtió en la ideología oficial del imperio. En el imperio no se ponía un acento especial en el humanismo. Era más bien un sistema burocrático fuertemente centralizado, en el cual el ser humano que se encontraba abajo era tan solo objeto de acciones administrativas. Sin embargo las ideas de Confucio no desaparecieron en este sistema. Al ser transformadas, siguieron ejerciendo su influencia, y más aún, se transformaron en un dogma bastante rígido, que todos debían observar y los más dignos y más inteligentes estudiar concienzudamente y realizar constantemente en su vida. Esto no significó que los habitantes del imperio se hubieran transformados en autómatas. La vida es la vida, y no siempre y no todos pueden ser encajados en las normas rígidas del dogma. Sin embargo, los motivos generales de la conducta fueron establecidos por la doctrina de Confucio, eran enseñados a cada uno en el imperio, eran bebidas, por decirlo así, junto con la leche de la madre. Esto dio sus resultados.
El humanismo de Confucio, como hemos señalado, no tiene nada que ver ni con la libertad de conducta ni con la libertad de opción ni con normas democráticas, con la expresión de la voluntad del pueblo. Por el contrario, la doctrina de Confucio fue inscrita en una construcción burocrática imperial, rígidamente paternalizada. En los marcos de esta construcción, los mayores son venerados y desempeñan la función de dirigentes y los menores (no tanto por su edad, aunque esta tenía importancia, sino en cuanto a su posición social), cumplen con la función de gobernados y dirigidos.
Cada cual debía vivir del modo en que Confucio enseñaba. Cada cual debía perfeccionarse constantemente para llegar a la norma. Esta rígida norma de Confucio resultó ser obligatoria para todos, sobre todo en su conducta social.
Es natural que esta norma imprimiera su sello en cada uno y las creencias religiosas posteriores no pudieron cambiar eso. Desde los comienzos de nuestra era, en China han aparecido y actuado activamente religiones propiamente dichas, tales como el Taoísmo y el Budismo. Pero los fieles del Taoísmo y del Budismo en China, (al igual que en Corea y Vietnam, y en grado menor y parcial en el Japón), eran a la vez, y yo diría que ante todo, seguidores de Confucio. Seguidores de Confucio no por la fé o por sus predilecciones religiosas, sino seguidores de Confucio por educación y por conducta, por paradigma del pensamiento y del discurso, por modo de vida cotidiana, por estereotipos de comportamiento vital. De este modo la doctrina de Confucio con su principio del primado de una moral humanista en aras de la armonía y el orden, se convirtió en el principio de la vida en la mayoría de los países del Lejano Oriente y ante todo en China. Cuando en el siglo pasado China, en el curso de las guerras del opio, fue abierta al mercado mundial y se convirtió en objeto de la expansión capitalista colonial, esto se reflejó inmediatamente en la vida del Lejano Oriente. Al igual que otros países de esa región y de todo el mundo colonial, China se adaptaba a esa situación y resistía, pero esta resistencia, esta adaptación a las nuevas circunstancias mantenía su fidelidad a la doctrina de Confucio, lo que dió sus resultados. Por primera vez el Japón sorprendió a todo el mundo, aunque no esté claro para todos que el fenómeno de este país no está tanto basado en su situación especial como estado insular, -aunque este rasgo también desempeña un papel importante-, cuanto que por genotipo de cultura el Japón es una rama de la misma civilización de Confucio. Esto se hizo más evidente en nuestros días, después de la segunda guerra mundial, cuando el modelo japonés comenzó a realizarse con éxito en Corea del Sur, en Taiwan, en Singapur, en Hong-Kong y en una serie de otros países donde existen colonias de emigrantes chinos, que ocupan por regla general posiciones dirigentes en la economía de estos países.
Ahora quisiera hacer algunos comentarios sobre China continental, que se ha convertido en víctima del gigantesco experimento marxista, Corea del norte queda aparte, aunque en grado menor esto es aplicable también a ese país.
Debemos observar que la influencia y la herencia de la tradición de Confucio, se percibe también durante este experimento, aunque se manifieste de otro modo y con otras particularidades. La costumbre de observar una disciplina rigurosa, de obedecer impecablemente órdenes de los mayores, el afán de lograr un ideal abstracto, el derecho del pueblo a levantarse contra el mal gobernante para entregarle el poder a quien posee «Te», se manifestaron en China contemporánea [3]. La renuncia al provecho bajo, entendiendo por tal provecho al mercado capitalista y a la propiedad privada, en aras de ideales supremos y de un futuro luminoso y una estructura burocrática e ideológica muy rigurosa, que todos nosotros conocemos: arriba está el emperador o el presidente, sus ayudantes -los marxistas o los seguidores de Confucio-, ideológicamente educados; abajo está la masa ignorante Todo esto desempeñó un papel en el hecho que China aceptara tan fácilmente al marxismo. Pero después de varios decenios de experimentos que no daban sus frutos y que llevaron al país a un atolladero sin salida, se manifestó la practicidad de los chinos, una practicidad natural, fruto de una educación de siglos, a través de los cuales los chinos se han acostumbrado no a depositar sus esperanzas en Dios, sino a razonar objetivamente y emprender los pasos prácticos correspondientes. Sin hacer mucho ruido, apoyándose en su antigua tradición, con su búsqueda del auto-perfeccionamiento constante, del mejor orden y de la suprema armonía, con su amor al trabajo, a la justicia, con la emulación como acicate para alcanzar el éxito, después de la muerte de Mao la gigantesca China comenzó a salir gradualmente del atolladero marxista -maoísta. Marchando por el camino mercantil, ya probado con éxito por otros países del lejano oriente, de esta civilización que tiene por fundamento la doctrina de Confucio, China Continental al igual que sus vecinos, comenzó a hacer trabajar aquellas partes de la gran tradición humanista, que hace hincapié en el ser humano, y en este sentido podemos decir que estas intenciones humanistas en cierto grado desempeñan el papel análogo al papel desempeñado por el protestantismo en la historia de la Europa capitalista.
El modo de vida puritano, la actitud ascética en la vida cotidiana, el colosal amor al trabajo, el saber delimitarse con lo poco, con afán de aspirar constantemente a lo mayor, lo máximo, (esto es manifestación de auto-perfeccionamiento y es la base del sistema competitivo de exámenes en la escuela de Confucio). La costumbre de hacer negocios de un modo honesto, ser socio seguro, y orientación hacia justicia, hacia la bondad, cantada por Confucio y que son asimiladas por los chinos. Todo esto comenzó a desempeñar un papel en China continental, el mismo papel que había desempeñado hasta ahora en tales países de la civilización de Confucio, como Japón y Singapur. Desde luego, el humanismo chino como antes, está alejado del humanismo europeo, y una orientación hacia el ser humano y sus mejores cualidades y potencias, no han cambiado el espíritu general y orientación general de la tradición.
Hoy en día esto desempeña un papel positivo en la marcha de China por el camino del mercado porque le ayuda a marchar por ese camino, y no tanto sin prisa, (precisamente ellos sí tienen prisa), bajo la dirección de los jefes comunistas que se transforman lentamente, en los marcos de la estructura burocrática y en general con sus garras de hierro. China continental hoy día es objeto de envidia para muchos de nuestros «patriotas» descontentos por motivo de la realización de las reformas en nuestro país. Podemos comprenderlos: marchábamos juntos uno al lado del otro, estábamos adelante, enseñábamos a ellos, ellos aprendían de nosotros, aunque no siempre y en no todo, a veces rechazan nuestra ayuda, nuestra experiencia, y ahora todo se ve de un modo tan extraño.
En su país todo transcurre bien; en nuestro país, muchos diarios escriben que tendríamos que hacer todo como ellos y tendríamos otro resultado. Pero yo quiero responder que para esto es necesario antes comportarse como chinos, en nuestro país no tenemos chinos, nuestras tradiciones civilizadas y semicivilizadas no tienen nada de común con las tradiciones chinas. Sin hablar de que en China a pesar del experimento maoísta, se ha conservado el campesinado, se conserva aún el amor hacia el trabajo. El campesinado no ha sido desplazado; el campesinado que no gusta del poder, y que momentáneamente se orienta hacia el mercado y sus normas.
En nuestro país no tenemos tal campesinado. En China el complejo militar industrial aunque era bastante desarrollado, no puede compararse con el nuestro, porque en nuestro país, para la guerra trabaja no menos del 70% de la industria, y mayor cantidad de profesionales, incluyendo a los científicos. Por fin, en nuestro país no tenemos tradición humanista china: no existe respeto hacia el ser humano, hacia su trabajo, hacia los resultados de su trabajo, al respeto de su propiedad, de sus capacidades, al respeto de su preparación profesional y sus posibilidades, hacia su éxito en el camino del auto- perfeccionamiento constante. Existe un rasgo más, el chino es empresario natural, es muy buen comerciante, que sabe utilizar bien la estructura de mercado.
En la historia del imperio chino, con su estructura burocrática, rígida, no había posibilidades para cultivar estas propiedades. El comerciante, en general hombre rico en China, siempre era oprimido por las autoridades. Pero cuando esta gente escapaba del control rígido del estado burocrático, estas capacidades comenzaban a realizarse y a manifestarse activamente. Esto lo vemos ante todo con el ejemplo de los jua-sia. En nuestros días esto se manifiesta muy bien en Rusia o en Kasajstan, donde la actividad de los comerciantes chinos, al igual que de los vietnamitas se desataca muy ostensiblemente, en el fondo, de la masa esencial de nuestra población que no sabe negociar y que apenas comienza a aprender este arte.
Podemos observar con motivo de esto, que el éxito del Japón en el desarrollo de la economía de mercado, está ligado parcialmente con el hecho de que en Japón no existía nunca el Imperio en el sentido chino de esta palabra. Existía el emperador, pero no existía la estructura burocrática. En el Japón actuaba la estructura feudal con sus príncipes y sus caballeros que por demás eran patrones de las ciudades y contribuían al desarrollo del comercio, en general, al desarrollo del mercado. Al concluir yo quisiera señalar que no todo lo expuesto en mi informe tiene relación directa con las ideas humanistas y la tradición del humanismo, aunque se trate de un humanismo muy diferente del humanismo europeo, en la comprensión clásica china. A pesar de todo eso, yo considero que el impulso humanista colocado por Confucio desempeñó un papel enorme, posiblemente decisivo, no solo en la historia de la cultura China, no sólo en la historia de China en general, sino también en nuestros días, cuando China y toda la civilización del lejano oriente, fiel a las tradiciones de Confucio manifiestan éxitos en la adaptación a las nuevas condiciones, a la economía de mercado, basado en el tipo europeo y no confuciano de la propiedad privada.
Pero también tomo en cuenta la actitud tradicional china, la actitud hacia el hombre, hacia sus deberes con respecto a la vida que le rodea, hacia sus posibilidades, deber, capacidad, cualidades morales y normas humanistas.
———
1: Batkin es un estudioso contemporáneo ruso cuya especialidad es el estudio de la ideología del Renacimiento. También es una personalidad cultural y política, líder del ala radical del campo democrático desde el punto de vista espiritual, no político.
2: Hsiao: piedad filial, que exige a los más jóvenes entregar todo en nombre del bien de la vieja generación, para sepultar dignamente a padres y abuelos observando debidamente el prolongado rito fúnebre.
3: En nuestros días, «Te» corresponde más al concepto de carisma y sin duda Mao era portador de carisma
Instituto de América Latina – Moscú 18/02/94.
https://www.pressenza.com/es/2024/09/leonid-vasiliev-tradiciones-de-confucio-y-el-extremo-oriente-contemporaneo/