Javier Belda.-
Desde el gobierno francés de Macron se ha estado buscando la provocación social de una manera extraña e irracional, como si el objetivo fuera obtener las imágenes del caos en París.
Los movimientos sociales saben muy bien que el caos suele estar promovido por infiltrados. Los convocantes hacen todo lo que pueden para que las movilizaciones se desarrollen en paz, pero esto no es lo que le interesa al gobierno.
En algunos videos que muestran disturbios se ha podido ver el instante mismo de la provocación: un individuo que sale de grupo para empujar a un policía, como una señal para comenzar la carga policial en todas direcciones, mientras el individuo se pierde entre la multitud.
Luego vendrán las leyes represoras sobre los medios, las redes sociales, las organizaciones, las libertades personales, etc.
En cambio, no todo es desorden… En contraste al caos aparecen ahora los jóvenes de negro en actitud cívica. Desfilan ordenadamente, mostrando uniformidad, con compostura orgullosa y paso firme. Se trata de una puesta en escena bien planificada.
Ni la estética, ni la actitud son espontáneas, sino que responden a una coreografía perfectamente diseñada.
Para los jóvenes desempleados y con el futuro cerrado el nazismo de diseño es referencial. Son grupos estructurados, con sus jerarquías bien armadas con vínculos transnacionales. Pero el soldado raso no tiene porqué saber, ni le importa, él hace de peón. Al nazismo no se viene a preguntar sino a obedecer.
Curiosidad: en el video de twitter, aparece constantemente alguien que lleva estampado en su camiseta el símbolo de la marca Nike. Nada es casual.
El nazismo se promueve con no poca financiación extranjera. Este era el motivo por el cual en Georgia se intentó hacer la “ley de agentes extranjeros”, para evitar que grupos ultras puedan hacer un lucrativo modus vivendi de la conspiración recibiendo importantes sumas de dinero desde el extranjero.
Nadie con un mínimo de interés por la verdad puede dudar de que Maidan (Ucrania 2014) fue organizado desde Washington (CIA, Pentágono, etc). Ese es justamente el paradigma para una revolución de color violenta.
Se trata de cosas perfectamente concebidas por psicólogos y sociólogos al servicio de agencias secretas. Se basan en la ley del péndulo: lo caliente ensueña con lo frío, el desorden con el orden, etc.
Los nazis 4.0 ya no van con la cabeza rapada, así evitan ser detectados con facilidad en diferentes escenarios. Pero siguen calvos de reflexión. Hay una sola idea en sus pobres cabezas: violencia.
¿Cómo pretenden las élites del DeepState polarizar a la sociedad civil hacia el nazismo?
El asunto de las confusiones de género, que amenaza con vetar el derecho de los padres a educar a sus hijos, desemboca en votos para la ultraderecha. Durante los periodos en los que el capitalismo se basaba en la productividad, la familia fue consagrada como la célula fundamental de la sociedad. Sin embargo, ahora nos encontramos en medio de una transición en la que los pilares sociales indudables se ven amenazados. La derecha se presenta con el rol de salvadora de la familia.
Nos asalta la pregunta: ¿Por qué la supuesta izquierda accede al juego del absurdo y la confusión de la agenda globalista si va a perder votos?
Estos votos van a ir a la ultraderecha. Tenemos tradición fascista en todos los países de Europa, el Caballo de Toya está a la vista para quien lo quiera ver.
La respuesta es simple: porque la supuesta izquierda no tiene ideario político-social, sólo intereses personales. Además, el sistema cuenta con diferentes niveles de presión, por si se diera el caso de que tope todavía con algún viejo idealista.
Francia y Alemania son el corazón de Europa, y como tal es donde se llevan a cabo los experimentos sociales. Los atentados islamistas de la segunda década eran eso, experimentos y coacción gubernamental. A ninguna sociedad le gusta vivir en el máximo nivel de alerta terrorista.
En nuestra tercera década, el experimento para Europa consiste en la militarización de la sociedad a través del nazismo, siguiendo el modelo de Ucrania. Esto lo vemos hasta en el color de la ropa, de pronto el verde militar está en todo.
El sistema no necesita a los jóvenes porque la IA combinada con la robótica estará en condiciones en poco tiempo de reemplazar cualquier trabajo. Estos jóvenes desorientados y mal educados –en desesperada búsqueda de referencias fuertes– son un cultivo fértil para vestirse de negro y entonar los cánticos ultras.
Si no se presenta por parte de algún movimiento político un modelo social que apueste por poner el ser humano como valor y preocupación central la sociedad va a ser ultraviolenta.
Una Renta Básica Universal no será suficiente porque no alcanzará para todos, por lo que al sistema le convendrá que haya menos personas vivas. Además los extranjeros serán vistos como los que vienen a usurpar los bienes escasos de los autóctonos.
La educación humanista es el único antídoto que tenemos frente al nazismo. El problema no se ataja únicamente con legislación, con farragosos redactados de artículos, porque ya sabemos que “hecha la ley hecha la trampa”.
Quien promueva honestamente la revolución necesaria no puede demorar más el abordar las cuestiones existenciales de los seres humanos, olvidando de una vez el temor a ser mal visto por el funcionariado instalado en el sistema o por la clásica militancia del siglo pasado.
Lo mejor que pueden hacer los movimientos sociales es generar espacios de comunicación directa que hagan la función de centros educativos alternativos.
Además convendrá estar atentos, especialmente quienes tengan alguna posición social y comunicativa. Es decir, la izquierda, que hoy naufraga en la ambigüedad, debe hallar un nuevo aforismo, a través de la búsqueda interna del héroe capaz de ser referencia de estilo, honestidad y no-violencia.
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